Que Dice Dios De La Enfermedad?

24.01.2023 0 Comments

Que Dice Dios De La Enfermedad
ᐅ ¿Qué dice la Biblia sobre la enfermedad? | 【Holybiblia】 Las enfermedades son lo más común en el ser humano. No conocemos una sola persona que durante toda su vida no haya padecido alguna enfermedad. Por tanto, como cristianos debemos saber que actitud tomar frente a ellas.

Advertisement No saber afrontar una enfermedad ocasionará un gran vacío en nuestras vidas, no saber la causa de su padecimiento genera grandes preocupaciones, y por lo general, el deseo interno es salir pronto del dolor incluso antes de entender lo que Dios quiere enseñarnos por medio de ella. La Biblia presenta a la enfermedad con una intima relación con el pecado.

El fin del pecado es la muerte (Romanos 6:23). La enfermedad se generó por el pecado, sino hubiera pecado en el mundo, no existiría ninguna enfermedad. Si Adán no hubiera pecado, no habría enfermedad en el mundo, en consecuencia la enfermedad llegó a causa del pecado.
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¿Qué dijo Jesús sobre la enfermedad?

Esta enfermedad no es para la muerte En aquel tiempo, las hermanas de Lázaro le mandaron recado a Jesús diciendo: «Señor, el que tú amas está enfermo». Jesús, al oírlo, dijo: «Esta enfermedad no es para la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella».

  • Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro.
  • Cuando se enteró de que estaba enfermo se quedó todavía dos días donde estaba.
  • Solo entonces dijo a sus discípulos: «Vamos otra vez a Judea».
  • Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado.
  • Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedó en casa.

Y dijo Marta a Jesús:

  • «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano.
  • Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá».
  • Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará».
  • Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección en el último día».

Jesús le dijo: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?». Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo».

  • Jesús se conmovió en su espíritu, se estremeció y preguntó: «¿Dónde lo habéis enterrado?».
  • Le contestaron: «Señor, ven a verlo».
  • Jesús se echó a llorar.
  • Los judíos comentaban: «¡Cómo lo quería!».
  • Pero algunos dijeron: «Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que este muriera?».

Jesús, conmovido de nuevo en su interior, llegó a la tumba. Era una cavidad cubierta con una losa. Dijo Jesús: «Quitad la losa».

  1. Marta, la hermana del muerto, le dijo: «Señor, ya huele mal porque lleva cuatro días».
  2. Jesús le replicó: «¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?»
  3. Entonces quitaron la losa.
  4. Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: «Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado».
  5. Y dicho esto, gritó con voz potente: «Lázaro, sal afuera».

El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: «Desatadlo y dejadlo andar». Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él. La Iglesia nos propone en el quinto y último domingo cuaresmal la resurrección como tema central de las lecturas.

  • En el Evangelio, la de Lázaro, el amigo de Betania al que Jesús saca de la sepultura anticipando lo que Dios hará con Él mismo tras sufrir muerte de cruz.
  • Pero la actualidad de los acontecimientos que vivimos nos hace enfocar el pasaje del Evnagelio con nuevos ojos, con otra mirada en la que percibimos la realidad a nuestro alrededor.

Hay mucho donde detenerse en este Evangelio profundo y emocionante en el que, por ejemplo, aparece la más genuina confesión de fe en Cristo el Mesías salida de los labios de Marta. Sin embargo, vamos a detenernos al comienzo, justo cuando las hermanas de Lázaro le mandan recado y Jesús pronuncia una palabra enigmática, misteriosa, que seguro que ninguno de los que la escuchó supo interpretar correctamente: «Esta enfermedad no es para la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella».

También hoy vemos una enfermedad dolorosísima que está arrancando de nuestro lado a millares de compatriotas y hermanos de todas partes del mundo. También hoy percibimos el sinsentido del dolor y el sufrimiento, pero también hoy, por boca del Papa Francisco, viene Dios en nuestra ayuda: “Porque esta es la fuerza de Dios: convertir en algo bueno todo lo que nos sucede, incluso lo malo.

Él trae serenidad en nuestras tormentas, porque con Dios la vida nunca muere”. Sus contemporáneos lo supieron cuando vieron cómo se levantaba de la tumba Lázaro. Nosotros lo sabemos porque lo confesamos como la principal verdad revelada, tal como Pedro -el primer Papa de la Iglesia- se lo hace saber a los israelitas en el discurso de conversión en Jerusalén que se relata en Hechos 2, 22: “Israelitas, escuchad estas palabras: a Jesús el Nazareno, varón acreditado por Dios ante vosotros con los milagros, prodigios y signos que Dios realizó por medio de él, como vosotros mismos sabéis, a este, entregado conforme al plan que Dios tenía establecido y previsto, lo matasteis, clavándolo a una cruz por manos de hombres inicuos.
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¿Qué dice la Biblia acerca de la enfermedad?

La oración de fe sanará al enfermo y el Señor lo levantará. Y, si ha pecado, su pecado se le perdonará. Adora al Señor tu Dios, y él bendecirá tu pan y tu agua. Yo apartaré de ustedes toda enfermedad.
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¿Qué dijo Dios a los enfermos?

Dios es más grande que cualquier enfermedad, esa es una de las certezas que tenemos sus hijos. No ha habido ni jamás habrá una enfermedad o pandemia que sea más poderosa que nuestro Dios. ¡No lo dudemos! Uno de los nombres de Dios es YHWH-Rapha, el SEÑOR que sana.

  • Nuestro Dios es Dios sanador y puede sanar cualquier enfermedad.
  • «Yo soy el Señor, que les devuelve la salud» leemos en Éxodo 15:26b.
  • Por eso podemos tener toda confianza cuando acudimos ante él para llevarle nuestras peticiones de salud física, emocional o espiritual.
  • Cuando Jesús, Dios encarnado, ministraba a las multitudes que le seguían, las sanidades formaban parte esencial de su ministerio.

Jesús sanó a muchas personas de una gran variedad de enfermedades, algo que vemos en estos textos bíblicos que hablan sobre el poder sanador de Jesús.
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¿Que Dios sana toda enfermedad?

Él sana a los que están cargados El Salvador dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). Muchas personas llevan cargas pesadas. Algunas han perdido a un ser querido o deben cuidar de un discapacitado; algunas han sufrido un divorcio; otras ansían un matrimonio eterno; algunas se encuentran atrapadas en las garras de las sustancias o prácticas adictivas como el alcohol, el tabaco, las drogas o la pornografía; otras tienen severas discapacidades físicas o mentales.

  • Nuestro Salvador nos extiende a todos esta amorosa invitación:
  • “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.
  • “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas;
  • “porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11:28–30).

Las Escrituras contienen innumerables relatos donde el Salvador sanó a los que llevaban cargas pesadas; Él hizo que el ciego viera, que el sordo oyera; que el paralítico, el atrofiado o el mutilado fuesen restablecidos; que los leprosos fuesen limpiados y que los espíritus inmundos fuesen echados.

Con frecuencia leemos que la persona a la que se curó de esas dolencias físicas era “sanada” (véanse, Mateo 14:36, 15:28; Marcos 6:56; 10:52; Lucas 17:19; Juan 5:9). Jesús sanó a muchas personas de enfermedades físicas, pero no negó la curación a aquellos que buscaban ser “sanados” de otros padecimientos.

Mateo escribe que Cristo sanaba toda enfermedad y toda dolencia entre los del pueblo (véase Mateo 4:23; 9:35). Las multitudes lo seguían y Él “sanaba a todos” (Mateo 12:15). Esas curaciones ciertamente incluían a aquellos cuyas enfermedades eran emocionales, mentales o espirituales.

Él los sanaba a todos. En uno de sus primeros sermones en la sinagoga, Jesús leyó en voz alta de esta profecía de Isaías: “Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos” (Lucas 4:18).

Al declarar que había venido a cumplir esa profecía, Jesús afirmó, específicamente, que curaría a los que tuviesen dolencias físicas y que también liberaría a los cautivos y a los oprimidos, y que sanaría a los desconsolados. El Evangelio según Lucas contiene muchos ejemplos de ese ministerio.

Relata la ocasión en que “se reunía mucha gente para oírle, y para que les sanase de sus enfermedades” (Lucas 5:15). En otras oportunidades, indica que Jesús “sanó a muchos de enfermedades” (Lucas 7:21) y que “sanaba a los que necesitaban ser curados” (Lucas 9:11). También describe cómo una gran multitud de personas de Judea, de Jerusalén y de la costa de Sidón vino a un lugar llano “para oírle y para ser sanados” (Lucas 6:17).

Cuando el Salvador se apareció a los justos en el Nuevo Mundo, pidió que se le acercaran los cojos, los ciegos o los que tuviesen otras dolencias físicas. Extendió la misma invitación a los que ” afligidos de manera alguna” (3 Nefi 17:7). “Traedlos aquí y yo los sanaré”, dijo (versículo 7).

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El Libro de Mormón relata cómo la multitud se acercó con “todos los que padecían cualquier aflicción” (versículo 9). En ese grupo debió haber personas con todas las variedades de aflicciones físicas, emocionales o mentales y en la Escritura se testifica que Jesús “los sanaba a todos” (versículo 9). El Salvador nos enseña que en el mundo tendremos tribulación, pero que debemos confiar, ya que Él ha “vencido al mundo” (Juan 16:33).

Su expiación es lo suficientemente poderosa no sólo para abarcar y pagar el precio del pecado, sino también para sanar toda aflicción terrenal. En el Libro de Mormón se enseña que: “él saldrá, sufriendo dolores, aflicciones y tentaciones de todas clases; y esto para que se cumpla la palabra que dice: Tomará sobre sí los dolores y las enfermedades de su pueblo” (Alma 7:11; véase también 2 Nefi 9:21).

Él conoce nuestras angustias y está allí para ayudarnos. Al igual que el buen samaritano de Su parábola, cuando nos halla heridos al costado del camino, Él venda nuestras heridas y cuida de nosotros (véase Lucas 10:34). Hermanos y hermanas, el poder sanador de Su expiación es para ustedes, para nosotros, para todos.

Su poder sanador, que todo lo abarca, se invoca en las palabras de súplica de nuestro himno “Paz, cálmense”:

  1. Cristo, con grandes angustias
  2. inclino ante Ti mi faz.
  3. Dolores mi alma acongojan.
  4. Oh mándame tu solaz.
  • Olas de males me cubren,
  • vénceme su furor,
  • y perezco, perezco, oh Cristo.
  • Oh sálvame del dolor.
  • (Himnos, Nº 54).

Podemos ser sanados por medio de la autoridad del Sacerdocio de Melquisedec. Jesús confirió a Sus Doce Apóstoles poder “para sanar toda enfermedad y toda dolencia” (Mateo 10:1; véanse también Marcos 3:15; Lucas 9:1–2), y ellos salieron “anunciando el evangelio y sanando por todas partes” (Lucas 9:6; véanse también Marcos 6:13; Hechos 5:16).

Los Setenta también fueron enviados con poder y dirección para sanar a los enfermos (véanse Lucas 10:9; Hechos 8:6–7). Aunque el Salvador podía sanar a todos los que quisiera sanar, ése no es el caso de los que poseen la autoridad del sacerdocio. La voluntad de Aquél a quien pertenece el sacerdocio limita el ejercicio de tal autoridad por parte de los mortales.

Por lo tanto, se nos indica que algunas personas a las que los élderes dan una bendición no sanan debido a que están “señalad para morir” (véase D. y C.42:48). De manera similar, cuando el apóstol Pablo deseó ser sanado del “aguijón en la carne” que lo abofeteaba (2 Corintios 12:7), el Señor rehusó curarlo.

  1. Pablo escribió más adelante que el Señor le explicó: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (versículo 9).
  2. Pablo respondió obedientemente: “de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (versículos 9–10).

Las bendiciones para sanar vienen de muchas maneras, cada una adaptada a nuestras necesidades individuales, que son conocidas para Él, quien más nos ama. A veces “la curación” sana nuestras enfermedades o levanta nuestras cargas; pero, otras veces se nos “sana” al otorgársenos fortaleza, comprensión o paciencia para soportar las cargas que llevamos.

El pueblo de Alma se hallaba bajo el yugo de opresores inicuos. Cuando oraron para ser liberados, el Señor les dijo que con el tiempo los libraría, pero, mientras tanto, les aliviaría las cargas “de manera que no podréis sentirlas sobre vuestras espaldas, mientras estéis en servidumbre; y esto haré yo para que me seáis testigos que yo, el Señor Dios, visito a mi pueblo en sus aflicciones” (Mosíah 24:14).

En ese caso, al pueblo no se le quitaron las cargas, sino que el Señor los fortaleció “de modo que pudieron soportar sus cargas con facilidad, y se sometieron alegre y pacientemente a toda la voluntad del Señor” (versículo 15). La misma promesa y el mismo efecto se aplica a ustedes, madres que son viudas o divorciadas, a las personas solteras que se sienten solas, a los que cuidan a otros y se sienten cansados; a los que tienen alguna adicción, y a todos nosotros, cualesquiera sea nuestra carga.

“Venid a Cristo”, dice el profeta, “y perfeccionaos en él” (Moroni 10:32). A veces tal vez nos desesperemos porque nuestras cargas son demasiado pesadas. Cuando parezca que la tormenta ruja en nuestra vida, quizás nos sintamos abandonados y clamemos como los discípulos durante la tempestad: “Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?” (Marcos 4:38).

En momentos como esos, debemos recordar Su respuesta: “¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?” (versículo 40). El poder sanador del Señor Jesucristo, ya sea que quite nuestras cargas o nos fortalezca a fin de perseverar y vivir con ellas como lo hizo el apóstol Pablo, está a nuestro alcance para toda aflicción de la vida terrenal.

  1. Después de hablar en una conferencia general sobre la maldad de la pornografía (véase “La pornografía”, Liahona, mayo de 2005, págs.87–90), recibí muchas cartas de personas que llevaban la carga de esa adicción.
  2. Algunas de esas cartas eran de hombres que ya la habían superado.
  3. Uno de ellos escribió: “Hay varias lecciones que he aprendido de la experiencia de salir de las tinieblas de un pecado tan adictivo que domina de manera tan absoluta la vida de los que atrapa.

(1) Se trata de un problema grave que es increíblemente difícil de superar (2) fuente más importante de apoyo y de fortaleza en el proceso de arrepentimiento es el Salvador (3) El estudio diario y profundo de las Escrituras, la asistencia frecuente al templo y la participación en la ordenanza de la Santa Cena de manera seria y contemplativa, son todas partes indispensables del proceso de un verdadero arrepentimiento.

  1. Supongo que esto se debe a que todas esas actividades sirven para aumentar y fortalecer nuestra relación con el Salvador, nuestra comprensión de Su sacrificio expiatorio y nuestra fe en Su poder curativo” (Carta del 24 de octubre de 2005).
  2. Venid a mí”, dijo el Salvador “y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11:28–29).

Ese hombre, que llevaba pesadas cargas, se volvió al Salvador, y también lo podemos hacer nosotros. Una mujer, cuyo matrimonio se vio amenazado por la adicción que su esposo tenía por la pornografía, describió cómo lo ayudó durante cinco dolorosos años hasta que, como ella dijo: “Por medio del don de la gloriosa expiación de nuestro amado Salvador y de lo que Él me enseñó sobre el perdón, finalmente es libre, y yo también”.

  • Como alguien que no necesitaba ser limpia de pecado, sino que sólo buscaba la liberación del cautiverio de un ser amado, ella escribió este consejo: “Estén en comunión con el Señor ¡Él es su mejor amigo! Él conoce sus sufrimientos porque ya los ha sentido por ustedes.
  • Él está presto a llevar esa carga.

Confíen en Él lo suficiente como para poner la carga a Sus pies y permitir que la lleve. Entonces la paz de Él reemplazará su angustia, desde las profundidades mismas de su alma” (Carta del 18 de abril de 2005). Un hombre le escribió a una Autoridad General sobre la forma en la que el poder de la Expiación lo ayudó con su problema de sentir atracción hacia personas del mismo sexo.

Se le había excomulgado por serias transgresiones que infringían sus convenios del templo y las responsabilidades hacia sus hijos, tuvo que escoger entre intentar vivir el Evangelio o seguir en un curso contrario a sus enseñanzas. “Sabía que sería difícil”, escribió él, “pero no me imaginaba por lo que tendría que pasar”.

En la carta describe el vacío, la soledad y el increíble dolor que experimentó en lo profundo de su alma al tratar de regresar a la Iglesia. Oró fervientemente pidiendo perdón, a veces durante horas. Recibió fortaleza a través de la lectura de las Escrituras, de la compañía de un obispo amoroso y de bendiciones del sacerdocio; pero, lo que finalmente marcó la diferencia, fue la ayuda del Salvador.

El hombre explicó: ” sólo por medio de Él y de Su Expiación Ahora siento una inmensa gratitud. A veces mis sufrimientos han sido casi más de lo que podía soportar, y aún así, tan pequeños comparados con lo que Él sufrió. Donde antes había tinieblas en mi vida, ahora hay amor y gratitud”. Agrega: “Algunas personas dicen que es posible cambiar y que la terapia es la única respuesta.

Saben mucho sobre el tema y pueden ayudar mucho a los que luchan con ese problema, sin embargo, me temo que olvidan incluir a nuestro Padre Celestial en el proceso. Si va a suceder un cambio, sucederá de acuerdo con la voluntad de Dios. También me preocupa que muchas personas se concentren en las causas de la atracción hacia personas del mismo sexo No hay necesidad de determinar por qué tengo esa debilidad.

Desconozco si nací con ella o si hubo factores ambientales que contribuyeron a ello; el hecho es que tengo este problema en mi vida y lo que importa es lo que haga con él de aquí en adelante” (Carta del 25 de marzo de 2005). Las personas que escribieron estas cartas saben que la expiación de Jesucristo y el remedio que brinda hacen mucho más que proporcionarnos la oportunidad de arrepentirnos de nuestros pecados.

La Expiación también nos da la fortaleza para soportar “dolores, aflicciones y tentaciones de todas clases”, ya que nuestro Salvador también tomó sobre sí “los dolores y las enfermedades de su pueblo” (Alma 7:11). Hermanos y hermanas, si su fe, sus oraciones y el poder del sacerdocio no los sanan de las aflicciones, el poder de la Expiación con seguridad les dará la fortaleza para sobrellevar la carga.

  1. Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados”, dijo el Salvador, “y yo os descanso para vuestras almas” (Mateo 11:28–29).
  2. Al enfrentarnos con los desafíos de la vida terrenal, ruego por cada uno de nosotros, como el profeta Mormón oró por su hijo Moroni, que “Cristo anime, y sus padecimientos y muerte y su misericordia y longanimidad, y la esperanza de su gloria y de la vida eterna, reposen en mente para siempre” (Moroni 9:25).

Testifico de Jesucristo, nuestro Salvador, que nos invita a todos venir a Él y a ser perfeccionados en Él. Jesús vendará nuestras heridas y sanará a los que se hallan con pesadas cargas. En el nombre de Jesucristo. Amén. : Él sana a los que están cargados
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¿Cuál es el Salmo para los enfermos?

Medita en estos versículos cuando te preocupas por la enfermedad de alguien. Que Dice Dios De La Enfermedad Imagen provista por Unsplash Por Jennica Stevens La enfermedad puede ser una experiencia extremadamente estresante y aterradora. A menudo es aún peor cuando no eres la persona enferma. Mientras esperas que los médicos realicen las pruebas o te sientas al lado de la cama de tu ser querido, manteniendo una vigilia constante, a menudo te sientes impotente.

Es poco lo que puedes hacer para cambiar la situación o para aliviar el dolor de la persona enferma. Ya sea que la enfermedad sea corta o se prolongue durante años, la experiencia es agotadora. Los salmos ofrecen consuelo en medio de tiempos difíciles como estos, porque son las oraciones de personas en peligro.

Los escritores conocen la angustia y el sufrimiento, y también conocen al Dios que escucha sus oraciones. Los salmos son sus sinceros clamores a Dios por ayuda, consuelo, tranquilidad. Ruego que al leer y meditar en estos salmos hoy, recuerdes la esperanza y la paz que Dios provee.

Salmos 23.1-3 «El Señor es mi pastor; nada me falta. En verdes praderas me hace descansar, a las aguas tranquilas me conduce, me da nuevas fuerzas y me lleva por caminos rectos, haciendo honor a su nombre.» Salmos 6.2-3 «Señor, ten compasión de mí, pues me siento sin fuerzas. Señor, devuélveme la salud, pues todo el cuerpo me tiembla.

¡Estoy temblando de miedo! Y tú, Señor, ¿cuándo vendrás?» Salmos 91.1-4 «El que vive bajo la sombra protectora del Altísimo y Todopoderoso, dice al Señor: «Tú eres mi refugio, mi castillo, ¡mi Dios, en quien confío!» Solo él puede librarte de trampas ocultas y plagas mortales, pues te cubrirá con sus alas, y bajo ellas estarás seguro.

  1. ¡Su fidelidad te protegerá como un escudo!» Salmos 28.7-9 «El Señor es mi poderoso protector; en él confié plenamente, y él me ayudó.
  2. Mi corazón está alegre; cantaré y daré gracias al Señor.
  3. El Señor es la fuerza de su pueblo; es ayuda y refugio de su rey escogido.
  4. Salva a tu pueblo, Señor; bendice a los tuyos.

Cuídalos como un pastor; ¡llévalos en tus brazos para siempre!» Versículos tomados de la versión Dios habla hoy, tercera edición, 1994.
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¿Por qué Jesús sana a los enfermos?

En la época de Jesús, los judíos creían que algunas enfermedades eran un castigo de Dios por algún pecado cometido por el enfermo o sus familiares. Por este motivo eran marginados y algunos apartados de la sociedad. Jesús rechazó esta falsa creencia y ofreció a los enfermos la curación y su amor. Después de leer el relato bíblico Mc 2, 1-12 te invito a ver el siguiente vídeo relacionado: Que Dice Dios De La Enfermedad También puedes aprender la canción: A continuación, realiza las siguientes actividades multimedia de refuerzo y ampliación: Finalmente completa la siguiente ficha de evaluación, ¡suerte! Actividades de Evaluación 5º de Primaria
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¿Cómo pedirle a Dios por una enfermedad?

Oración general pidiendo sanación – Padre santo y Padre bueno, gracias por tu bondad para con todos nosotros. Gracias por todas las cosas buenas que nos has concedido a lo largo de nuestra vida. Me acerco a ti, Señor, para pedir que les concedas salud a aquellos que sufren alguna enfermedad en este momento.

Señor, te pido que tu mano poderosa llegue hasta cada uno de ellos, concediéndoles alivio para sus dolores y ánimo para el espíritu. Hay niños, jóvenes y adultos sufriendo ahora mismo por causa de enfermedades y dolencias fuertes. Muéstrales tu misericordia, Señor. Alivia el pesar y el dolor que sienten.

Gracias, Señor, porque tú nos escuchas cuando clamamos a ti. Por favor, atiende el clamor interno de los que se sienten demasiado débiles por causa de la enfermedad. Dales nuevas fuerzas. Que ellos puedan sentir tu presencia y la paz incomparable que viene de ti.

  1. Sobre todas las cosas te pido, Padre, que los enfermos puedan tener un encuentro contigo.
  2. Ayúdales a sentir tu presencia y tu mano sobre ellos.
  3. Que cada uno de ellos pueda tener contacto con personas que te aman y puedan escuchar el mensaje de salvación.
  4. Revela tu amor y tu cuidado a través de tus hijos.

Que cada enfermo pueda escuchar sobre Jesús y su sacrificio de amor en la cruz. Que abran sus corazones a ti, Señor, mi Dios, para que reciban la sanidad del alma. Muestra tu poder en medio de las enfermedades, Padre amado. Sabemos que tú puedes sanar cualquier enfermedad y en ti está puesta nuestra confianza. Que Dice Dios De La Enfermedad Querido hermano, oro para que te vaya bien en todos tus asuntos y goces de buena salud, así como prosperas espiritualmente. (3 Juan 1:2)
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¿Por qué se originan las enfermedades?

¿Por qué enfermamos? Para poder hablar de enfermedad, primeramente debe conocerse el concepto de salud, que según la OMS se define como ” el estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”.

Definiendo la enfermedad como “la alteración o desviación del estado fisiológico en una o varias partes del cuerpo, por causas en general conocidas, manifestada por síntomas y signos característicos, y cuya evolución es más o menos previsible”. Lo anterior puede resultar difícil de comprender, sin embargo, hay que saber que la enfermedad forma parte de nuestra naturaleza y de la vida en general.

Como seres humanos, experimentamos un proceso biológico dentro del cual, es imposible evitarla. La enfermedad, simplemente forma parte natural de los seres vivos al estar en contacto con el mundo externo que les rodea. Se conoce la homeostasis como una característica de todo ser viviente, donde el organismo busca regular sus diferentes funciones para mantener un ambiente interno estable en un ambiente externo inestable.

Esta autorregulación mantiene un equilibrio que corresponde a un estado de salud en general, ya sea física, mental o social. Este equilibrio puede verse comprometido por diferentes factores y tener como resultado la misma enfermedad o incluso la muerte. A través del tiempo, la ciencia de la Medicina, ha logrado clasificar las distintas enfermedades de acuerdo a su origen, factores y respuestas características, como evolución y pronósticos compartidos.

Es por lo anterior, que actualmente se puede lograr la prevención de distintas patologías. Si bien existen factores que no dependen de uno mismo para enfermar, hay conductas que pueden ayudar a prevenir que se rompa dicho equilibrio. A continuación se presentan algunas recomendaciones de la OMS para gozar de una buena salud:

Seguir una dieta saludable Mantenerse físicamente activo Gestionar el estrés para una mejor salud física y mental Mantener una buena higiene Dormir al menos 6 horas diarias Vacunarse No consumir tabaco Evitar el consumo de alcohol o reducirlo Mantener prácticas sexuales seguras Someterse a revisiones médicas periódicas

Te invito a reflexionar acerca de las conductas anteriores y tu estilo de vida. Considero siempre oportuno ocuparnos de la salud, un bien tan esencial, cuyo valor se aprecia especialmente cuando falta. Dr. Alberto Varon Miller Egresado de la Universidad Anáhuac México Norte Residente de Neurología en la Universidad de Connecticut : ¿Por qué enfermamos?
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¿Qué hacía Jesús con las personas enfermas?

Relato de las Escrituras – Muestre la lámina 2-25, Jesús bendice a la hija de Jairo, y cuente el relato tal como se encuentra en Lucas 8:41–42, 49–56 (véase también Mateo 9:18–19, 23–26 y Marcos 5:22–24, 35–43 ). Explique que Jairo tenía mucha fe y creía que si Jesucristo venía y bendecía a su hija, ella sanaría.

  • Cuando Jesús iba hacia la casa de Jairo, mucha gente se amontonó alrededor de Él pidiéndole ayuda.
  • Mientras se detuvo para ayudar a otra mujer enferma, un hombre llegó con un mensaje para Jairo.
  • Lea en voz alta Lucas 8:49–50,
  • ¿Qué le dijo el mensajero a Jairo? (Véase Lucas 8:49,) • ¿Qué le dijo Jesucristo a Jairo? (Véase Lucas 8:50,) Explique que cuando Jesús llegó a la casa de Jairo, les dijo a todos que no lloraran porque la niña no estaba muerta, pero la gente se rió y se burló de Él porque pensaban que sí estaba muerta (véase Lucas 8:52–53 ).

Jesucristo hizo que todos salieran, con excepción de Sus discípulos Pedro, Santiago y Juan, y Jairo y su esposa. Entonces, Jesús tomó a la niña de la mano y le dijo que se levantara. La niña se levantó de su cama, completamente sana. • ¿Por qué creen que Jesús mandó a todos salir de la casa con excepción de Pedro, Santiago y Juan, y los padres de la niña? (Tal vez porque la otra gente se estaba riendo de Él y dudaban que Él la pudiera sanar.
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¿Cómo bendecir a un enfermo?

313. O bien, por un solo enfermo : Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, que con tu bendición levantas y fortaleces nuestra frágil condición, mira con bondad a este servidor tuyo N.; aparta de él la enfermedad y devuélvele la salud, para que, agradecido, bendiga tu santo Nombre. Por.
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¿Qué hizo Jesús ante la enfermedad y el dolor?

Jesús y los enfermos Por: P. Antonio Rivero, L.C. | Fuente: Libro Jesucristo. Si uno lee con detención los Santos Evangelios descubre todo un mundo, un océano de dolor que parece rodear a Jesús. Parece un imán que atrae a cuanto enfermo encuentra en su paso por la vida.

  1. Él mismo se dijo Médico que vino a sanar a los que estaban enfermos.
  2. No puede decir “no” cuando clama el dolor.
  3. El amor de Jesús a los hombres es, en su última esencia, amor a los que sufren, a los oprimidos.
  4. El prójimo para Él es aquel que yace en la miseria y el sufrimiento (cf.
  5. Lc 10, 29 ss).
  6. La buena nueva que vino a predicar alcanzaba sobre todo a los enfermos.

El dolor y el sufrimiento no son una maldición, sino que tienen su sentido hondo. El sufrimiento humano suscita compasión, respeto; pero también atemoriza. El sufrimiento físico se da cuando duele el cuerpo, mientras que el sufrimiento moral es dolor del alma.

Para poder vislumbrar un poco el sentido del dolor tenemos que asomarnos a la Sagrada Escritura que es un gran libro sobre el sufrimiento.(105) El sufrimiento es un misterio que el hombre no puede comprender a fondo con su inteligencia. Sólo a la luz de Cristo se ilumina este misterio. Desde que Cristo asumió el dolor en todas sus facetas, el sufrimiento tiene valor salvífico y redentor, si se ofrece con amor.

Además, todo sufrimiento madura humanamente, expía nuestros pecados y nos une al sacrificio redentor de Cristo. La enfermedad en tiempos de Jesús. El estado sanitario del pueblo judío era, en tiempos de Jesús, lamentable. Todas las enfermedades orientales parecían cebarse en su país.

  • Y provenían de tres fuentes principales: la pésima alimentación, el clima y la falta de higiene.
  • La alimentación era verdaderamente irracional.
  • De ahí el corto promedio de vida de los contemporáneos de Jesús y el que veamos con tanto frecuencia enfermos y muertos jóvenes en la narración evangélica.
  • Pero era el clima el causante de la mayor parte de las dolencias.
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En el clima de Palestina se dan con frecuencia bruscos cambios de calor y frío. El tiempo fresco del año, con temperaturas relativamente bajas, pasa, sin transición ninguna, en los “días Hamsin” (días del viento sur del desierto), a temperaturas de 40 grados a la sombra.

  1. Y, aun en esos mismos días, la noche puede registrar bruscos cambios de temperatura que, en casas húmedas y mal construidas como las de la época, tenían que producir fáciles enfriamientos, y por lo mismo, continuas fiebres.
  2. Y con el clima, la falta de higiene.
  3. De todas las enfermedades la más frecuente y dramática era la lepra que se presentaba en sus dos formas: hinchazones en las articulaciones y llagas que se descomponen y supuran.

La lepra era una terrible enfermedad, que no sólo afectaba al plano físico y corporal, sino sobre todo al plano psicológico y afectivo. El leproso se siente discriminado, apartado de la sociedad. Ya no cuenta. Vive aislado. Al leproso se le motejaba de impuro.

Se creía que Dios estaba detrás con su látigo de justicia, vengando sus pecados o los de sus progenitores. Basta leer el capítulo trece del Levítico para que nos demos cuenta de todo lo que se reglamentaba para el leproso. ¡La lepra iba comiendo sus carnes y la soledad del corazón! Todos se mantenían lejos de los leprosos.

E incluso les arrojaban piedras para mantenerlos a distancia. ¿Cuál era la postura de los judíos frente a la enfermedad? Al igual que los demás pueblos del antiguo Oriente, los judíos creían que la enfermedad se debía a la intervención de agentes sobrenaturales.

  1. La enfermedad era un pecado que tomaba carne.
  2. Es decir, pensaban que era consecuencia de algún pecado cometido contra Dios.
  3. El Dios ofendido se vengaba en la carne del ofensor.
  4. Por eso, el curar las enfermedades era tarea casi exclusivamente de sacerdotes y magos, a los que se recurría para que, a base de ritos, exorcismos y fórmulas mágicas, oraciones, amuletos y misteriosas recetas, obligaran a los genios maléficos a abandonar el cuerpo de ese enfermo.

Para los judíos era Yavé el curador por excelencia (cf. Ex 15, 26). Más tarde, vino la fe en la medicina (cf. Eclesiástico 38, 1-8). No obstante, la medicina estaba poco difundida y no pasaba de elemental. Por eso, la salud se ponía más en las manos de Dios que en las manos de los médicos.

Jesús ante el dolor, la enfermedad y el enfermo Y, ¿qué pensaba Jesús de la enfermedad? Jesús dice muy poco sobre la enfermedad. La cura. Tiene compasión de la persona enferma. La curación del cuerpo estaba unida a la salvación del alma. Jesús participa de la mentalidad de la primera comunidad cristiana (106) que vivió la enfermedad como consecuencia del pecado (cf.

Jn 9, 3; Lc 7, 21). Por tanto, Jesús vive esa identificación según la cual su tarea de médico de los cuerpos es parte y símbolo de la función de redentor de almas. La curación física es siempre símbolo de una nueva vida interior. Jesús ve el dolor con realismo.

Sabe que no puede acabar con todo el dolor del mundo. Él no tiene la finalidad de suprimirlo de la faz de la tierra. Sabe que es una herida dolorosa que debe atenderse, desde muchos ángulos: espiritual, médico, afectivo, etc. ¿Y ante el enfermo? Primero: siente compasión (cf. Mt 7, 26). Jesús admite al necesitado.

No lo discrimina. No se centra en los cálculos de las ventajas que puede obtener o de la urgencia de atender a éste o a aquel. Alguien llega y Él lo atiende. Su móvil es aplacar la necesidad. Tiene corazón siempre abierto para cualquier enfermo. Segundo: ve más hondo.

  • Tras el dolor ve el pecado, el mal, la ausencia de Dios.
  • La enfermedad y el dolor son consecuencias del pecado.
  • Por eso, Jesús, al curar a los enfermos, quiere curar sobre todo la herida profunda del pecado.
  • Sus curaciones traen al enfermo la cercanía de Dios.
  • No son sólo una enseñanza pedagógica; son, más bien, la llegada de la cercanía del Reino de Dios al corazón del enfermo (cf.

Lc 4, 18). Tercero: le cura, si esa es la voluntad de su Padre y si se acerca con humildad y confianza. Y al curarlo, desea el bien integral, físico y espiritual (cf. Lc 7, 14). Por eso no omite su atención, aunque sea sábado y haya una ley que lo malinterprete (cf.

  1. Mc 1, 21; Lc 13, 14).
  2. Cuarto: Jesús no se queda al margen del dolor.
  3. Él también quiso tomar sobre sí el dolor.
  4. Tomó sobre sí nuestros dolores.(107) A los que sufren, Él les da su ejemplo sufriendo con ellos y con un estilo lleno de valores (cf.
  5. Mt 11, 28).
  6. Quinto: con los ancianos tiene comprensión de sus dificultades, les alaba su sacrificio y su desprendimiento, su piedad y su amor a Dios, su fe y su esperanza en el cumplimiento de las promesas divinas (cf.

Mc 12, 41-45; Lc 2, 22-38). Juan Pablo II en su exhortación “Salvifici doloris” (108) del 11 de febrero de 1984 dice que Jesucristo proyecta una luz nueva sobre este misterio del dolor y del sufrimiento, pues Él mismo lo asumió. Probó la fatiga, la falta de una casa, la incomprensión.

Fue rodeado de un círculo de hostilidad, que le llevó a la pasión y a la muerte en cruz, sufriendo los más atroces dolores. Cristo venció el dolor y la enfermedad, porque los unió al amor, al amor que crea el bien, sacándolo incluso del mal, sacándolo por medio del sufrimiento, así como el bien supremo de la redención del mundo ha sido sacado de la cruz de Cristo.

La cruz de Cristo se ha convertido en una fuente de la que brotan ríos de agua viva. En ella, en la cruz de Cristo, debemos plantearnos también el interrogante sobre el sentido del sufrimiento, y leer hasta el final la respuesta a tal interrogante. Al final de la exhortación, el Papa dice: “Y os pedimos a todos los que sufrís, que nos ayudéis.

  • Precisamente a vosotros, que sois débiles, pedimos que seáis una fuente de fuerza para la Iglesia y para la humanidad.
  • En la terrible batalla entre las fuerzas del bien y del mal, que nos presenta el mundo contemporáneo, venza vuestro sufrimiento en unión con la cruz de Cristo” (número 31).
  • Nosotros ante el dolor y la enfermedad ¿Cuál debería ser nuestra actitud ante el dolor, la enfermedad y ante los enfermos? Primero, ante el dolor y la enfermedad propios: aceptarlos como venidos de la mano de Dios que quiere probar nuestra fe, nuestra capacidad de paciencia y nuestra confianza en Él.

Ofrecerlos con resignación, sin protestar, como medios para crecer en la santidad y en humildad, en la purificación de nuestra vida y como oportunidad maravillosa de colaborar con Cristo en la obra de la redención de los hombres. Y ante el sufrimiento y el dolor ajenos: acercarnos con respeto y reverencia ante quien sufre, pues estamos delante de un misterio; tratar de consolarlo con palabras suaves y tiernas, rezar juntos, pidiendo a Dios la gracia de la aceptación amorosa de su santísima voluntad.

Además de consolar al que sufre, hay que hacer cuanto esté en nuestras manos para aliviarlo y solucionarlo, y así demostrar nuestra caridad generosa(109) El buen samaritano nos da el ejemplo práctico: no sólo ve la miseria, ni sólo siente compasión, sino que se acerca, se baja de su cabalgadura, saca lo mejor que tiene, lo cura, lo monta sobre su jumento, lo lleva al mesón, paga por él.

La caridad no es sólo ojos que ven y corazón que siente; es sobre todo, manos que socorren y ayudan. Juan Pablo II en su exhortación “Salvifici doloris”, sobre el dolor salvífico, dice que el sufrimiento tiene carácter de prueba.(110) Es más, sigue diciendo el Papa: “El sufrimiento debe servir para la conversión, es decir, para la reconstrucción del bien en el sujeto, que puede reconocer la misericordia divina en esta llamada a la penitencia.

La penitencia tiene como finalidad superar el mal, que bajo diversas formas está latente en el hombre, y consolidar el bien tanto en uno mismo como en su relación con los demás y, sobre todo, con Dios” (número 12). CONCLUSIÓN Así Jesús pasaba por las calles de Palestina curando hombres, curando almas, sanando enfermedades y predicando al sanarlas.

Y las gentes le seguían, en parte porque creían en Él, y, en parte mayor, porque esperaban recoger también ellos alguna migaja de la mesa. Y las gentes le querían, le temían y le odiaban a la vez. Le querían porque le sabían bueno, le temían porque les desbordaba y le odiaban porque no regalaba milagros como un ricachón monedas.

Pedía, a cambio, nada menos que un cambio de vida. Algo tiene el sufrimiento de sublime y divino, pues el mismo Dios pasó por el túnel del sufrimiento y del dolor.ni siquiera Jesús privó a María del sufrimiento. La llamamos Virgen Dolorosa. Contemplemos a María y así penetraremos más íntimamente en el misterio de Cristo y de su dolor salvífico.

(105) Recomiendo aquí la lectura de la exhortación del Papa Juan Pablo II “Salvifici doloris”, sobre el dolor salvífico. (106) Cf.1 Cor 11, 30 (107) Léase el capítulo 53 del profeta Isaías (108) Desde el número 14 en adelante (109) San Mateo 25, 31-46 nos da la clave (110) Cf.
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¿Qué dice el Salmo 41 3?

3 Jehová lo sostendrá en el lecho del dolor; a ablandará su cama en la enfermedad.4 Yo dije: Oh Jehová, ten misericordia de mí, a sana mi alma, porque contra ti he pecado.
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