Como Tratar A Un Hombre Violento?
¿Qué pasos tienes que dar para actuar ante una persona agresiva o violenta? – – Paso Nº1: Mantener la distancia de seguridad. Ante una persona agresiva o violenta tienes que mantener la distancia de seguridad para prevenir cualquier tipo de reacción, lleve o no un objeto (cualquier objeto es potencialmente peligroso).
- Además, debes evitar arrinconar a la persona, ya que si se siente acorralada puedes incrementar los niveles de agresividad o violencia.
- Paso Nº2: Evaluar a la persona.
- Causas de comportamiento agresivo o violento, característica, estado de la persona, hacia qué o quién se dirigen, el tono de voz, si se pasea nerviosamente por el lugar, personas que incrementan o disminuyen las conductas agresivas Paso Nº3 : Conocer bien el lugar y su distribución espacial.
Siempre debes de tener una vía física, accesible, rápida y segura, para escapar del comportamiento agresivo o violento. Paso Nº 4: Valorar el grado de peligrosidad de la situación. Paso Nº 5: Decidir si puedes acercarte a la persona y actuar o mejor solicitar ayuda especializada.
- No lo dudes, si observas o consideras que no puedes acercarte a la persona y /o actuar, solicita ayuda.
- El único medio de salir ganando de una discusión es evitarla.
- Paso Nº 6: Primer toma de contacto.
- Planificar en función de la información obtenida un plan de acción.
- No improvises, puedes acrecentar las respuestas agresivas o violentas y su vez, generar consecuencias indeseables para la persona.
Tienes que tener claro:
¿Qué quieres que haga la persona? ¿Qué quieres que deje de hacer? ¿Cómo lo vas a llevar a cabo?
Paso Nº7 : Aproximación física y psicológica
La llevarás a cabo siempre de forma progresiva, salvaguardo tu seguridad.Espera siempre a que haya un mínimo de calma antes de iniciar alguna acción.Nunca dejes de mirar las manos de la persona y muestra las tuyas.Habla o mantén una conservación mientras te acercas a la persona.Puedes comentar algo sobre un tema trivial o cotidiano que le permita desviar su atención.Evita mirarla a los ojos.Emplea un tono tranquilo, utiliza gestos lentos, voz pausada y lenta.Asegúrate de que te esté escuchado.Preguntarle ¿En qué te puedo ayudar? y ¿Cómo puedo ayudarte?.Muestra interés por su problema.Invertir tiempo, Cuanto más larga sea la conversación (aunque sea de aspectos irrelevantes) más posibilidades hay de que remita el comportamiento agresivo.
Paso Nº 8 : Acceder a las peticiones razonables que haga. No puedes olvidar que tu objetivo es reducir el comportamientos agresivo o violento y la forma de gestionar la situación es ayudándola a recuperarlo.
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¿Qué trastorno tiene un hombre violento?
Hombres violentos contra la pareja: ¿tienen un trastorno mental y requieren tratamiento psicológico? Male batterers: are they mentally ill and are they needed of psychological treatment? Enrique Echeburúa Universidad del País Vasco (UPV/EHU), España Pedro Javier Amor Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), España Correspondencia a : Resumen Hay muchas razones por las que los hombres maltratadores contra la pareja deben recibir tratamiento psicológico.
En este artículo se analizan los transtornos más relevantes, tales como el abuso de alcohol/drogas, los celos patológicos y los transtornos de personalidad (antisocial, límite, narcisista y paranoide), así como los déficits psicológicos de estas personas, tales como el descontrol de la ira, las dificultades emocionales, las distorsiones cognitivas, la baja autoestima y los déficits de comunicación y de solución de problemas.
Se describen las tipologías de hombres maltratadores más relevantes y se señala su importancia para la planificación del tratamiento individualizado. La inclusión de medidas penales y de tratamiento psicológico es posible. Se analiza la motivación para el tratamiento y se señalan las principales vías de intervención terapéutica, así como los resultados obtenidos.
- Por último, se comentan las líneas de investigación más urgentes para el futuro.
- Palabras clave: violencia contra la pareja, maltratadores, transtornos mentales, tratamiento psicológico.
- Abstract There are many reasons why men who batter should be psychologically treated.
- In this paper the most relevant mental disorders, such as substance use disorder, pathological jealousy, and antisocial, borderline, narcissistic and paranoid personality disorders, and psychological deficits of batterer men, such as anger, emotional difficulties, cognitive distortions, low self-esteem and deficits in social skills and problem solving, are analyzed.
Male domestic violence offender typologies according to the most relevant classifications are commented. The role of these typologies for treatment is pointed out. An analysis of how to combine court intervention and psychological treatment to rehabilitate abusive men is also carried out.
Motivational enhancement strategies and effective therapy for men who batter are discussed. Finally, the future perspectives and the most relevant goals of research are commented on. Key words: intimate partner violence, batterer men, mental disorders, psychological treatment. Introducción Las relaciones de pareja, libremente establecidas en la actualidad, están basadas en el intercambio de conductas gratificantes, lo que conlleva la posibilidad de su disolución si el balance de la relación es insatisfactorio.
Por ello, la violencia contra la pareja puede considerarse algo anómalo. Cuando un hombre se implica en una relación violenta con una mujer con la que comparte o ha compartido voluntariamente sentimientos de intimidad y un proyecto de vida y con la que frecuentemente tiene hijos en común, cabe pensar que padece algún tipo de transtorno mental o de alteración psicológica (Brasfield, 2014).
No es fácil responder a la pregunta de por qué los hombres se comportan de forma violenta precisamente en la relación de pareja, que suele constituir un reducto de intimidad y de ternura. La conducta violenta en este contexto suele ser resultado de un estado emocional intenso -la ira-, que interactúa con unas actitudes previas de hostilidad, un repertorio de conductas pobres (déficits de habilidades de comunicación y de solución de problemas o dependencia emocional) y unos factores precipitantes, entre otros, las situaciones de estrés, el abuso de alcohol/drogas o los celos (Kelley, Edwards, Dardis, y Gidycz, 2015).
Hay ciertas circunstancias específicas de la relación de pareja que posibilitan esta secuencia crónica de conductas violentas. Un hombre tiende a descargar su ira específicamente en aquella persona que percibe como más vulnerable (una mujer) y en un entorno (la casa) en que es más fácil ocultar lo ocurrido.
Además, los logros obtenidos con las conductas violentas previas desempeñan un papel muy importante. Muy frecuentemente el hombre maltratador ha conseguido los objetivos deseados con los comportamientos agresivos anteriores. Es decir, la violencia puede ser un método sumamente efectivo y rápido para salirse con la suya.
A su vez, la sumisión de la mujer puede quedar también consolidada porque, con un comportamiento sumiso, consigue evitar las consecuencias negativas derivadas de una conducta violenta por parte de la pareja. Además las víctimas pueden sentirse incapaces de escapar del control de los agresores al estar sujetas a ellos por el miedo, la dependencia emocional, el aislamiento social o distintos tipos de vínculos económicos, legales o sociales (Jouriles y McDonald, 2015).
Si bien los transtornos mentales en sentido estricto son relativamente poco frecuentes en los maltratadores (cerca del 20% del total), los síntomas psicopatológicos son muy habituales, así como las alteraciones psicológicas en el ámbito del control de la ira, de la empatía y expresión de emociones, de las cogniciones sobre la mujer y la relación de pareja y de las habilidades de comunicación y de solución de problemas (Echeburúa, Fernández-Montalvo, y Amor, 2003).
El principal objetivo de este artículo es analizar los transtornos mentales, las alteraciones de la personalidad y los déficits psicológicos que están más frecuentemente presentes en los hombres implicados en relaciones violentas contra la pareja, así como plantear los retos de futuro más importantes para su tratamiento.
- Transtornos mentales se ha encontrado una cierta relación entre la violencia contra la pareja y los transtornos mentales.
- Los más frecuentes son los transtornos psicóticos, en función de las ideas delirantes de celos o de persecución, y el abuso de alcohol y drogas, que pueden activar las conductas violentas en las personas impulsivas y descontroladas (Shorey, Fabres, Brasfield, y Stuart, 2012) Lo más característico en los agresores es que tengan una historia psiquiátrica anterior (alrededor del 45%) muy por encima de la tasa de prevalencia en la población general, que sería en torno al 15%-20% (Echeburúa et al., 2003).
Con frecuencia los motivos de consulta más frecuentes suelen ser el abuso de alcohol, los transtornos emocionales (ansiedad y depresión) y los celos patológicos. Ahora bien, más que cuadros clínicos bien delimitados lo que suelen tener son múltiples síntomas psicopatológicos.
- Aún así, este hecho no permite establecer relaciones de causalidad o unidireccionalidad entre los síntomas o transtornos psicopatológicos presentes y la violencia contra la pareja.
- Por último, los factores predictores más habituales de comportamientos violentos entre las personas con un transtorno mental son los siguientes: a) una historia previa de violencia o de victimización, con una personalidad pre-mórbida anómala; b) la falta de conciencia de enfermedad y el consiguiente rechazo o abandono del tratamiento; c) los transtornos del pensamiento (ideas delirantes de amenaza/control, de celos o de identificación errónea) o de la percepción (alucinaciones que implican fuerzas externas controladoras del comportamiento), con pérdida del sentido de la realidad; d) el abuso de alcohol o drogas; y e) el aislamiento familiar y social, resultado de la estigmatización o de la discriminación (Caetano, Vaeth, y Ramisetty-Milker, 2008; Shiina, 2015).
Consumo abusivo de alcohol y de drogas La agresión bajo la influencia directa del alcohol es muy variable y puede oscilar entre el 40% y el 90% de los casos (Stuart, 2005). Aunque el alcohol no explica en su totalidad las conductas violentas en los maltratadores, es el peor aliado de la violencia por múltiples aspectos (Catalá-Miñana, Lila, y Oliver, 2013; Echeburúa, Amor, y Fernández-Montalvo, 2002; Fals-Stewart y Kennedy, 2005; Stuart, 2005; Thompson y Kingree, 2006): a) actúa como facilitador y desinhibidor del comportamiento violento, que generalmente deriva de actitudes hostiles previas; b) sigue la ley dosis-efecto, según la cual cuanto mayor es el consumo mayor es la gravedad de la violencia ejercida contra la pareja; c) incrementa el riesgo de reincidencia en comportamientos violentos; y d) está relacionado con un peor pronóstico terapéutico.
Por lo que se refiere al consumo de drogas, las tasas de incidencia en los hombres violentos son menores y oscilan entre el 13% y el 35% de las personas estudiadas, pero tienden a aumentar entre los agresores más jóvenes (Slep, Foran, Heyman, Snarr, y USAF Family Advocacy Research Program, 2015). Celos patológicos Los celos patológicos se caracterizan por una preocupación excesiva e irracional sobre la infidelidad de la pareja, que provoca una intensa alteración emocional y que lleva a la persona a realizar conductas comprobatorias para controlar a su pareja.
Lo que define la patología de los celos es la ausencia de una causa real desencadenante, la intensidad desproporcionada de los celos, el alto grado de interferencia con la vida cotidiana, el gran sufrimiento experimentado y, en último término, la pérdida de control, con reacciones irracionales (Rodríguez, DiBello, y Neighbors, 2015).
- Habitualmente, los celos patológicos suelen ser de tipo pasional o delirante.
- Cuando existen celos pasionales la persona sufre porque teme con mucha intensidad perder a su pareja y siente envidia de que esta pueda ser disfrutada por otro.
- En cambio, los celos delirantes parten de la presencia de una idea falsa objetivamente pero de la que la persona tiene una certeza absoluta de ser engañado.
Este tipo de celos suele ser frecuente en los transtornos psicóticos (paranoia o esquizofrenia paranoide), así como en el alcoholismo. Por otra parte, el riesgo de violencia vinculado a los celos en un caso y otro es distinto. En los celos pasionales se ve afectada la autoestima de la persona y experimenta una elevada ansiedad que se puede cargar de agresividad y de obcecación hasta acabar en comportamientos violentos.
- Asimismo, las conductas violentas graves se cometen bajo los efectos de una gran tensión emocional, que enturbia la conciencia, cuando existen conductas controladoras extremas y sentimientos de posesión.
- Así, la violencia se dispara cuando el sujeto experimenta un ataque de celos y se siente despechado, sobre todo si ha mostrado comportamientos agresivos previos, carece de una autoestima y de unas habilidades sociales adecuadas y cuenta con un repertorio de conductas y de intereses muy limitado.
De forma diferente, el riesgo de agresión a la mujer en el caso de los celos delirantes es muy alto cuando los celos se han consolidado y existe un claro deterioro de la relación de pareja. Estos tipos de celos, caracterizados por ser infundados o desproporcionados, no tienen nada que ver con los celos normales que se refieren a la relación de compromiso y de angustia emocional cuando uno piensa que la pareja pudiera implicarse en una relación sentimental con otra persona (Rodríguez et al., 2015).
- Transtornos de personalidad Se han identificado diferentes transtornos de la personalidad relacionados con las conductas violentas contra la pareja (Amor, Echeburúa, y Loinaz, 2009; Esbec y Echeburúa, 2010; lila, Gracia, y Herrero, 2012).
- Generalmente los que están más relacionados con los comportamientos violentos más graves son aquellos pertenecientes al grupo B de los transtornos de la personalidad y que se caracterizan por la inmadurez, la emotividad y la inestabilidad.
En concreto, el transtorno antisocial de la personalidad (la psicopatía), caracterizado por la manipulación, por la falta de empatía en las relaciones interpersonales y por la ausencia de remordimiento ante el dolor causado, propicia la aparición de conductas violentas y crueles.
- Cuando el maltratador es un psicópata, habitualmente plantea exigencias irracionales, muestra un desapego hacia los hijos, abusa del alcohol o de las drogas, no tiene amigos y es un manipulador que utiliza a los demás en su beneficio (Echeburúa y Fernández-Montalvo, 2007).
- El transtorno de personalidad narcisista -aunque comparte algunas características con el transtorno anterior, como son la manipulación e instrumentalización de los demás y la falta de empatía- se caracteriza fundamentalmente por tener sentimientos de grandeza y prepotencia junto con una gran necesidad de estimación permanente.
A su vez, el transtorno límite o borderline, en el que son frecuentes la impulsividad, el miedo al abandono, la inestabilidad emocional y un sentimiento crónico de vacío, facilita la aparición de conductas impredecibles en la relación de pareja (Anita, O’Leary, Graña, y Foran, 2014; Huss y Langhinrichsen-Rohling, 2006).
Por último, el transtorno de personalidad paranoide (perteneciente al grupo A), en el que la desconfianza, los celos (en este caso) y los recelos están presentes de forma constante, también pueden dar lugar a comportamientos violentos contra la pareja. En resumen, hay cuatro dimensiones de personalidad implicadas generalmente en las conductas violentas: 1) la impulsividad; 2) la falta de regulación emocional; 3) el narcisismo y las amenazas al yo; y 4) el estilo de personalidad paranoide.
Las dos últimas están específicamente relacionadas con la violencia y los transtornos mentales (Echauri, Fernández-Montalvo, Martínez, y Azcárate, 2011). Alteraciones psicológicas Las alteraciones psicológicas pueden ser muy variables, pero, de una forma u otra, y a diferencia de los transtornos mentales, están presentes en todos los casos.
- Entre ellas pueden darse la falta de control sobre la ira, las dificultades en la expresión de emociones, las distorsiones cognitivas, el déficit de habilidades de comunicación y de solución de problemas y la baja autoestima (Loinaz, Echeburúa, y Ullate, 2012).
- Falta de control sobre la ira Los hombres violentos contra la pareja presentan niveles moderadamente superiores de ira y hostilidad que aquellos que no lo son (Norlander y Eckhardt, 2005).
A su vez, gran parte de este tipo de agresores se caracterizan por la impulsividad, la pérdida de control sobre la ira y por actitudes de hostilidad hacia la pareja. Sin embargo, no todos ellos tienen problemas con el control de la ira. Murphy, Taft, y Eckhardt (2007) identificaron tres tipos de agresores, de los cuales el grupo de ira normal no tenía problemas para controlar esta emoción, se comportaba con una violencia menos grave y mostraba un mejor pronóstico terapéutico que los restantes grupos -ira patológica y bajo control de la ira-.
- En definitiva, los que ejercen una violencia más grave presentan niveles más elevados de ira y de hostilidad (Norlander y Eckhardt, 2005), así como un peor pronóstico.
- En muchos casos la ira es la respuesta a una situación de malestar en la convivencia o una forma inadecuada de hacer frente a los problemas cotidianos (por ejemplo, a las dificultades en la educación de los hijos o a la falta de acuerdos sobre el ocio, el control de la economía o los espacios de intimidad personal) (Eckhardt, Samper, y Murphy, 2008).
Dificultades en la expresión y captación de emociones Muchos conflictos en las relaciones de pareja tienen que ver con las dificultades en la expresión y en la captación de emociones. En este sentido, muchos agresores tienen dificultades para expresar sus sentimientos o no han aprendido a expresarlos adecuadamente; también es posible que muchos de ellos no sepan captar o interpretar adecuadamente los sentimientos de su pareja.
- A su vez, la inhibición de los sentimientos y una percepción distorsionada de la realidad (por ejemplo, percibir situaciones como amenazantes cuando no lo son) pueden llevar a conflictos que, al no saber resolverse de otra manera, se expresan de forma violenta.
- En definitiva, este analfabetismo emocional dificulta el establecimiento de relaciones de intimidad o de amistad profunda y facilita los comportamientos violentos cuando se dan otros factores (por ejemplo, hostilidad contra la pareja, distorsiones cognitivas, ira, estrés, etc.).
Distorsiones cognitivas sobre la mujer y la relación de pareja Los hombres maltratadores suelen estar afectados de partida por numerosos sesgos cognitivos, que implican creencias equivocadas sobre los roles de género y sobre la supuesta inferioridad de la mujer con respecto al hombre, así como ideas distorsionadas sobre la legitimación de la violencia como forma de resolver los conflictos.
- A su vez, dentro del contexto de la violencia de pareja, muchos agresores emplean estrategias de afrontamiento para eludir la responsabilidad propia de las conductas violentas mediante su negación, minimización o justificación (Dutton, 2007).
- Pueden alegar que se trata de un problema que afecta a ambos ( “en todas las parejas hay problemas” ) o que es por culpa de la mujer ( “fue ella la que me provocó; es ella la que tiene que cambiar” ), hacer atribuciones externas ( “los problemas del trabajo me hacen perder el control” ) o incluso personales ( “estoy pasando una mala racha” ) que de algún modo eluden la responsabilidad de los comportamientos violentos o restan importancia a las consecuencias negativas de esa conducta para la víctima (Echeburúa y Fernández-Montalvo, 2009).
Este tipo de distorsiones cognitivas tienen un claro paralelismo con los mecanismos de desconexión moral planteados por Bandura (2002), que, en el caso que nos ocupa, posibilitarían que el agresor no sufriera emocionalmente en exceso ante la violencia ejercida contra su pareja.
Algunos de estos mecanismos tienen que ver con la justificación moral del maltrato, la minimización, la negación o el falseamiento de las consecuencias de la violencia ejercida, el desplazamiento o la difusión de la responsabilidad y la deshumanización o atribución de culpa a la propia víctima. En definitiva, cuando una conducta genera malestar al pensar fríamente en ella o es rechazada socialmente, se utilizan estrategias de afrontamiento o distorsiones cognitivas para eludir la responsabilidad y atenuar el malestar interno que podría generar en el agresor.
Déficits en habilidades de comunicación y de solución de problemas Los maltratadores suelen presentar unas habilidades de comunicación muy pobres y una baja tolerancia a la frustración, así como estrategias inadecuadas para solucionar los problemas (Kelley et al., 2015).
- Estos déficits, unidos a los conflictos y los problemas cotidianos, pueden generar un estrés permanente y actuar como desencadenantes de los episodios violentos contra la pareja.
- Baja autoestima Muchos agresores que se caracterizan por tener baja autoestima tratan de dominar y controlar obsesivamente a su pareja o incluso pueden recurrir a la violencia como medio para conseguir una estima que no logran de otra forma.
Sin embargo, la reiteración de la violencia no hace sino empeorar la baja autoestima del agresor (Donahue, Mcoure, y Moon, 2014). En estos casos se podría hablar de una violencia por compensación en donde quien ejerce la violencia muestra una gran inseguridad e intenta superar sus frustraciones con quien tiene más a mano y no le va a responder (Echeburúa et al., 2003).
- A su vez, los agresores que tienen baja autoestima tienden a percibir muchas situaciones como amenazantes y a minimizar la gravedad de su comportamiento violento (lila et al., 2012), algo que es de gran relevancia dentro del contexto de la intervención psicológica.
- Sin embargo, en otros casos los agresores se perciben o se muestran ante los demás con una elevada autoestima que, lejos de ser saludable, no es más que el reflejo de una distorsión de su autoimagen con tintes narcisistas que igualmente denota una profunda inseguridad.
Estas personas pueden vulnerar los derechos de los demás, mostrar poca empatía y comportarse violentamente ante situaciones percibidas como una afrenta a su dignidad (llevarles la contraria, quitarles autoridad ante otras personas, etc.). Tipos de maltratadores Los hombres violentos contra la pareja no responden a un perfil homogéneo (Amor et al., 2009; Dixon y Browne, 2003) y, desde esta perspectiva, parece oportuno diseñar y aplicar estrategias de intervención ajustadas a cada tipología.
A pesar de determinados matices diferenciales de unos estudios a otros, existen tres tipos ( Tabla 1 ) -sobrecontrolados, disfóricos/borderline y antisociales/violentos en general-, que se diferencian en cuanto a la mayor o menor presencia de determinados transtornos psicopatológicos (generalmente los de la personalidad), a la extensión, frecuencia y gravedad de la violencia ejercida, así como al riesgo que representan para la víctima (Amor et al., 2009; Cavanaugh y Gelles, 2005; Holtzworth-Munroe y Stuart, 1994).
Tabla 1. Paralelismos entre tipologías de hombres violentos contra la pareja (Amor et al., 2009; Cavanaugh y Gelles, 2005; Holtzworth-Munroe y Stuart; 1994; Holtzworth-Munroe et al., 2000; Monson y Langhinrichsen-Rohling, 1998) Nota. En el estudio empírico de Holtzworth-Munroe et al. (2000) se identificó una cuarta tipología denominada “Antisocial de bajo nivel” (33% de los casos). Es más, estos tres tipos de agresores también se han identificado cuando se analizan las tipologías de hombres que han asesinado a su pareja (Kivisto, 2015).
En estos casos, habitualmente los disparadores del homicidio pueden estar relacionados fundamentalmente con el abandono en la tipología antisocial, con el miedo al abandono y los celos en el grupo disfónco /borderline o, por contraposición, con el miedo a sentirse atrapados en la relación y el padecimiento de crisis catatímicas (actos repentinos y aislados que derivan de un estado de tensión con una fuerte carga emocional) en el caso de los agresores sobrecontrolados.
Según Kivisto (2015), existe una cuarta tipología de “enfermos mentales”, que se caracterizan por tener un transtorno psicótico o una depresión grave en el momento del homicidio que no guarda relación directa con el abandono o los celos. Por otra parte, los tipos de agresores contra la pareja se pueden establecer en función de dos dimensiones: la extensión de la violencia y el perfil psicopatológico presentado (Fernández-Montalvo y Echeburúa, 1997).
Por lo que se refiere a la extensión de la violencia, la mayor parte de los sujetos (el 74%) son violentos exclusivamente contra la pareja. Se trata de personas que con su pareja ejercen un nivel de maltrato grave, pero que en el resto de las relaciones interpersonales adoptan conductas adecuadas. En estos casos las frustraciones cotidianas, así como el abuso de alcohol o los celos patológicos, contribuyen a desencadenar episodios de violencia contra la pareja.
Por el contrario, los violentos generalizados (el 26%), en los que son frecuentes las experiencias de maltrato en la infancia, son personas agresivas tanto con su pareja como con las demás personas y cuentan con muchas ideas distorsionadas sobre la utilización de la violencia como forma aceptable de arreglar los conflictos.
- En cuanto al perfil psicopatológico, hay agresores con déficits en las habilidades interpersonales (el 55%), es decir, que no han aprendido unas habilidades adecuadas para las relaciones interpersonales debido a carencias habidas en el proceso de socialización.
- El recurso a la violencia suple la ausencia de otro tipo de estrategias de solución de problemas.
Por otra parte, los maltratadores sin control de los impulsos (el 45%) son personas que tienen episodios bruscos e inesperados de descontrol con la ira. Si bien presentan unas habilidades sociales más adecuadas y son más conscientes de que la violencia no es una forma aceptable de resolver los conflictos, se muestran incapaces de controlar los episodios violentos, que surgen en forma de un transtorno explosivo intermitente.
- ¿Por qué hay que tratar psicológicamente a los hombres violentos contra la pareja? El tratamiento psicológico a los maltratadores es, junto con otras actuaciones judiciales y sociales, una medida útil, necesaria y posible.
- Un tratamiento psicológico puede ser de utilidad para que los agresores aprendan a afrontar sus limitaciones al no contar con las habilidades necesarias para resolver los problemas de pareja en la vida cotidiana.
También puede servir para que haya un mayor control del agresor y para prevenir futuros episodios de violencia con la pareja o expareja y otras personas del entorno familiar. Es más, incluso el fracaso de la intervención con el hombre puede ayudar a la mujer en su proceso de toma de decisiones (por ejemplo, que ella decida abandonar definitivamente la relación de pareja). Por otra parte, tratar psicológicamente a un maltratador es hoy posible, sobre todo si la persona asume la responsabilidad de sus conductas y cuenta con una mínima motivación para el cambio. La dificultad mayor radica en su falta de motivación para reconocer el problema y tomar la decisión de cambiar.
De hecho, muchos hombres acuden a tratamiento por mandato judicial, algo que se contrapone a una motivación auténtica para el cambio. Generalmente, la decisión genuina de acudir a un programa terapéutico se adopta solo cuando se dan varios requisitos previos en el individuo: reconocer que existe un problema; darse cuenta de que no lo puede resolver por sí solo; y, por último, valorar que el posible cambio va a mejorar su nivel de bienestar.
Una guía básica de tratamiento figura descrita en la Tabla 3, Tabla 3. Guía básica de tratamiento y prevención de la reincidencia (Adaptación de Echeburúa et al., 2009) Desde esta perspectiva, el hombre violento va a estar realmente motivado cuando llega a percatarse de que los inconvenientes de seguir maltratando a su pareja superan a las ventajas de hacerlo. El terapeuta debe ayudar al agresor a lograr esa atribución correcta de la situación actual y a descubrirle las soluciones a su alcance (Carbajosa, Boira, y Tomás-Aragonés, 2013).
Ahora bien, existe mucha variabilidad de unos casos a otros con respecto a la motivación para el cambio y no es frecuente que desde el inicio del tratamiento se cumplan con los requisitos anteriormente señalados. Por esta razón es fundamental desde el comienzo de la intervención psicológica, y a lo largo de todo el proceso terapéutico, abordar la motivación para el cambio y la percepción que se tiene sobre el problema de la violencia.
Según Murphy y Eckhardt (2005), hay diversas estrategias motivacionales que se pueden diferenciar según la fase del tratamiento. Así, en las primeras fases convendría utilizar, entre otros aspectos, un alto nivel de empatía y de escucha reflexiva, clarificar los roles con respecto a la pareja y la fuente de derivación, dejar que la persona siga su propio proceso de cambio (sin forzarle a cambiar), prestar atención a signos potenciales de la motivación para el cambio y facilitarle verbalizaciones que vayan en esa dirección.
En fases más avanzadas de la intervención se debería prestar atención a los signos de ambivalencia y ayudar a resolverlos mediante la reflexión precisa, generando afirmaciones automotivadoras, evitando conceptualizaciones y objetivos del tratamiento que estén centrados en los problemas de los demás, desarrollando un plan de cambio coherente con objetivos claros compartidos por la persona y centrándose en la recuperación a largo plazo y en el proceso de cambio (más que en la recuperación de la relación de pareja).
En definitiva, las técnicas motivacionales pueden disminuir la resistencia hacia la terapia y mejorar la implicación en el tratamiento, así como predecir buenos resultados terapéuticos. Si los agresores reciben este entrenamiento motivacional antes de comenzar propiamente con el tratamiento, se responsabilizan más de su comportamiento violento, culpan menos a los demás, tienen mejores expectativas respecto a la terapia y muestran una mayor adherencia al tratamiento (Echeburúa, Sarasua, Zubizarreta, y Corral, 2009).
Por último, se puede decir que aunque el nivel de rechazos y abandonos prematuros del tratamiento psicológico todavía es alto, muchos de los hombres que completan la intervención logran reducir las conductas de maltrato y suelen evitar la reincidencia, lo que contribuye a un mayor bienestar para el agresor y para la víctima (Austin y Dankwort, 1999; Babcock y Steiner, 1999).
Discusión Los hombres violentos contra la pareja no son habitualmente enfermos mentales, pero presentan déficits psicológicos importantes que son susceptibles de tratamiento. Una razón adicional para el tratamiento de los agresores es el carácter crónico de la violencia contra la pareja.
Se trata de una conducta sobreaprendida por parte del maltratador, que está consolidada en su repertorio de conductas por los beneficios logrados: obtención de la sumisión de la mujer, sensación de poder, etc. Si se produce una separación o divorcio y el hombre violento se vuelve a emparejar, se puede predecir que va a haber más adelante una repetición de las conductas de maltrato con la nueva pareja.
Por ello, la prevención de futuras víctimas también hace aconsejable el tratamiento psicológico del agresor (Arias, Arce, y Vilariño, 2013). Ya hay programas de tratamiento disponibles para hombres violentos contra la pareja, bien en un régimen comunitario, bien en prisión o bajo control judicial.
Tratar a un maltratador no significa verlo como enfermo y considerarle no responsable de sus conductas violentas. No se trata de estigmatizar a estas personas, sino de ayudarles a superar sus carencias psicológicas (Carbajosa et al., 2013; Echeburúa et al., 2009). El tratamiento psicológico resulta un instrumento útil solo en aquellos casos en los que el agresor es consciente de su problema, asume su responsabilidad en los episodios de violencia y se muestra motivado para modificar su comportamiento agresivo.
Solo con un enfoque amplio, en donde se integren medidas judiciales, sociales y psicológicas o médicas, se puede hacer frente de forma eficaz a la violencia contra la pareja. Los tratamientos psicológicos de hombres violentos en el hogar ofrecen unos resultados aceptables cuando los sujetos concluyen el programa propuesto, si bien el nivel de rechazos y abandonos prematuros es todavía alto (Echeburúa, Fernández-Montalvo, y Amor, 2006; Lila, Oliver, Galiana, y Gracia, 2013).
La intervención clínica puede llevarse a cabo en un entorno comunitario, especialmente cuando la pareja sigue unida y cuando la violencia no es excesivamente grave, o en un medio judicial, cuando el agresor está con la suspensión de la pena o recluido en prisión, especialmente cuando está próximo a la excarcelación.
En este último caso, se trata de que el maltratador, al que se considera responsable de los delitos violentos cometidos contra su pareja, no reincida cuando recupere la vida en libertad (Novo, Fariña, Seijo, y Arce, 2012). Algunas de las líneas de investigación más prometedoras para el futuro son las siguientes: a) examinar la respuesta de diferentes subtipos de hombres violentos a distintos programas de tratamiento; b) analizar la efectividad de diversos tratamientos según la fuente de derivación (voluntarios versus obligados judicialmente) y el contexto cultural; y c) evaluar la necesidad de intervenciones más amplias mediante programas de tratamiento multicomponentes para aquellos agresores con diversos problemas psicopatológicos (por ejemplo, dependencia al alcohol y drogas o transtornos de personalidad) (Murphy et al., 2007).
En cualquier caso, la motivación para el tratamiento es el motor del cambio y la piedra angular del éxito en un programa terapéutico con maltratadores. No se trata tan solo de la motivación inicial para acudir a la consulta, sino de la motivación necesaria para mantenerse en el tratamiento y cumplir adecuadamente con las prescripciones terapéuticas (Echeburúa, Sarasua, Zubizarreta, Amor, y Corral, 2010).
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Rec (17 diciembre 2015) Acept (4 marzo 2016) * Correspondencia: Enrique Echeburúa, Cibersam. Facultad de Psicología. Universidad del País Vasco (UPV/EHU). [email protected], Pedro Javier Amor, Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). [email protected]
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¿Cómo es el perfil de un hombre violento?
Conductas para tener en cuenta sobre cómo identificar a un hombre violento En el marco de las Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, y con el fin de erradicar la violencia de género, constituye un factor clave poder contemplar la detección de una persona violenta.
Cuando se habla de violencia en las relaciones interpersonales, se refiere a la manera en que nos vinculamos con otras personas (pareja, amigos, jefes). La violencia es todo acto que acción u omisión, afectan nuestra vida, libertad, seguridad e integridad psicológica, física, sexual o patrimonial, y es fundamental naturalizarla.
El ciclo de la violencia y el proceso de victimización, te contamos las 4 fases de la violencia:
- Fase 1: tensión. Comienza con la omnipresencia, el control, la privación y la demanda de renuncias en diferentes ámbitos de la vida para “preservar” el vínculo (relaciones, actividades, vestimenta, etc.).
- Fase 2: agresión, Aquí aparece la culpabilización de la víctima, proceso a través del cual el agresor culpa a quien sufre maltrato por “haberlo provocado”. Como consecuencia, muchas veces es la propia víctima quien luego se censura a sí misma para no exponer a la persona violenta a nuevos episodios “de tensión”.
- Fase 3: arrepentimiento. A esta etapa se la denomina “luna de miel” ya que se instala un período breve que incluye promesas de cambio y aparentes cambios.
- Fase 4: aparente calma. Poco a poco la aparente calma comienza a dar lugar a nuevos episodios de tensión y el círculo se reproduce nuevamente.
El Ministerio de Desarrollo Humano a través de la Dirección de la Mujer tiene como objetivo eliminar los prejuicios, incorporando un enfoque trasversal en perspectiva de género, fortaleciendo las capacidades, visión y protagonismo de las mujeres y el colectivo LGTBIQ+, respetándolas y respetándolos como sujetos de derecho, logrando de esta manera la equidad de género, pero sin dudas destruyendo estereotipos añejos, que logren visibilizar las problemáticas que aquejan a las mujeres y el colectivo LGTBQI+.
- En un principio se muestra en público como seductor, simpático, amable, pero en la intimidad puede ser muy agresivo y violento.
- Lentamente se va apropiando de tus tiempos y tus espacios, con el argumento de que es porque te quiere tanto.
- Sutilmente comienza a opinar sobre tu manera de vestir hasta lograr un total control en la forma de arreglarte y vestirte.
- Descalifica ante terceros tus opiniones, propuestas o comentarios.
- Genera un control permanente a través de mensajes, llamadas telefónicas, aparece sorpresivamente en forma presencial.
- Comienza opinando y termina controlando tus ingresos y gastos.
- Revisa tu teléfono, mensajes, mails, redes sociales, te pide las contraseñas y te dice que es para cuidarte.
- Te aleja de tu familia, con el argumento de que no aceptan la relación porque no lo quieren.
- Critica a tus amigas o amigos aduciendo, que quieren hacerte daño.
- No controla sus impulsos, ante pequeños desacuerdos reacciona en forma desmedida.
- Relata haber tenido relaciones conflictivas con parejas anteriores.
- Es muy celoso, obsesivo manifiesta desconfianza en forma permanente.
- Siempre quiere ser el centro de tu atención, lo saca de su eje que prestes atención a otra persona que no sea él.
- Cambios súbitos del humor, en un momento está bien y en otro explota, puede destruir objetos sobre todo si son significativos para la mujer.
- Dificultad para expresar pensamientos y emociones.
¿Necesitás ayuda? Si estás sufriendo maltrato o violencia de género o estas ayudando a otra persona, llamá a nuestras líneas de ayuda para obtener orientación profesional.
- WhatsApp al 264-486-5622 (las 24 horas).
- Línea 144 (las 24 horas).
- Línea Mujer 0800 666 6351 (las 24 horas).
- Áreas Mujer de los 19 departamentos.
- Están disponibles los teléfonos 4222713 – 4221358 (lunes a viernes de 7 a 13).
- Podes escribirnos a Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.,
- Podes contactarte con nosotros a través de redes sociales
- Las oficinas están ubicadas en 25 de Mayo 451 (oeste).
Modificado por última vez en Miércoles, 24 Noviembre 2021 22:17 : Conductas para tener en cuenta sobre cómo identificar a un hombre violento
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¿Cómo hacer cambiar a un maltratador?
Un maltratador solo ejercerá un cambio a través de un programa específico para maltratadores. Así, la única forma de llegar a estos programas es por orden judicial, después de haber cometido un acto violento.
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¿Cómo cambiar a un hombre violento?
Al no saber si el maltratador cambie solamente al inicio o ese cambio se mantenga con el tiempo. Pese a que es difícil creer que un hombre violento con su pareja pueda cambiar, lo ideal es que, al recibir terapia, esta dé respuesta de forma exitosa.
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¿Cómo se cura la agresividad?
Terapia para el control de la ira y agresividad
¿Problemas de pareja? SABEMOS CÓMO AYUDARTE Muchas parejas ya han confiado en nosotros ¿Ansiedad?, ¿Depresión?, ¿Estrés? PROBLEMAS DE SALUD MÁS FRECUENTES DEL SIGLO XXI Nuestras terapias pueden ayudarte ¡Llámanos! ¿Tu hijo tiene problemas de conducta? LA COLABORACIÓN DE PADRES Y TUTORES ES FUNDAMENTAL Con nuestras terapias, tu hijo controlará sus emociones ¡Llámanos! ¿Agresividad? ¿Incapaz de controlar tu ira? EVITA LA DESTRUCCIÓN DE TUS RELACIONES PERSONALES Y LABORALES Terapias para niños, adolescentes y adultos ¡Llámanos! A través de los medios de comunicación tenemos constante noticia de la presencia de la emoción de ira en multitud de conflictos personales y sociales y de sus nefastas consecuencias.
Destrucción de las relaciones personales y laborales ; Agravamiento de la situación problemática en la medida en que la ira no contribuye a alcanzar los objetivos de forma adecuada; Fomento de las agresiones ; Desarrollo de trastornos cardiovasculares y otros problemas psicológicos como pueden ser, sentimientos de culpabilidad o baja autoestima.
No obstante, no podemos perder de vista que la ira, al igual que ocurre con la alegría o el asco, se corresponde con una emoción presente de forma natural en el repertorio humano y por tanto tiene un valor adaptativo relevante. Así, bajo determinadas circunstancias, el experimentar una reacción de ira puede desencadenar en la persona conductas de defensa que le puedan poner a salvo de un peligro o agresión.
El problema radica en la frecuencia con la que estos estallidos de ira aparecen, así como los objetivos que persiga la persona mediante su utilización, como puede ser el obligar a alguien a hacer algo que bajo otros medios no haría. Desde la, que contextualiza nuestra labor terapéutica, entendemos y sabemos que a través del cambio de nuestros pensamientos e interpretaciones de los sucesos que vivimos conseguimos un cambio en las reacciones emocionales y comportamentales y así estar en condiciones de minimizar y eliminar las reacciones de ira,
De forma más concreta, los objetivos que se persiguen en el tratamiento de la ira y de las conductas agresivas son los siguientes:
Mejorar el conocimiento sobre las emociones y en concreto sobre la ira para facilitar la comprensión del problema. Conocer la naturaleza de la agresividad así como el ciclo que caracteriza su presencia en las relaciones humanas. Dotar a la persona de técnicas de relajación para controlar la activación fisiológica y emocional asociada a la experiencia de ira. Proporcionar estrategias externas y de control de pensamiento para reducir los estímulos y situaciones que actúan como desencadenantes. Modificar los pensamientos y actitudes disfuncionales asociados a la ira para desarrollar un patrón de pensamiento alternativo y funcional que permita poner en marcha conductas más adaptativas y la vivencia de emociones más ajustadas. Aprender formas de comunicación asertiva de cara a sustituir la agresividad como forma de lograr objetivos. Desarrollar un plan de prevención de situaciones futuras difíciles.
En algunos casos será necesario complementar estos objetivos con el tratamiento de la empatía, o la capacidad para ponerse en la situación del otro; la mejora de la autoestima; el incremento de las habilidades de negociación o el desarrollo de habilidades de afrontamiento de los problemas cotidianos y el estrés.
Desde la apertura de nuestro Centro de psicología, nuestro objetivo fundamental ha sido, y es, ofrecer un servicio profesional y personalizado, siempre pensando y respetando las particularidades de cada paciente, de cada persona. están altamente cualificados, han realizado Máster en y tienen amplia experiencia en los que ofrecemos.
: Terapia para el control de la ira y agresividad
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¿Cómo es una persona violenta con su pareja?
Las características de una pareja violenta Celos, control excesivo y manipulación son algunas de las características de una pareja violenta. Es importante conocer estas características para mantenernos alertas y evitar caer en una situación de violencia en la pareja.
Al inicio de la relación de pareja puede parecer que estas actitudes surgen de una preocupación sana por la otra persona, pero se deben imponer ciertos límites para evitar situaciones negativas en el futuro. A pesar de que al inicio de la relación puedan confundirse algunas acciones con preocupación, hemos de tener claro ciertos conceptos.
No toda preocupación es amor. Y no debemos pasar por alto ciertas actitudes y comportamientos que con el tiempo -seguramente- irán a más. Entrar en una relación violenta es fácil, Se trata de una espiral en la que nos adentramos poco a poco sin darnos cuenta.
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¿Qué motiva la conducta violenta?
EFE Lleida 05/06/2018 15:27 Actualizado a 05/06/2018 19:51 Vivir en grandes ciudades, sufrir abusos físicos o sexuales, consumir cannabis o abusar del alcohol durante la infancia o la adolescencia son factores que pueden determinar el riesgo de desarrollar un comportamiento violento en la edad adulta.
- Así lo determina un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Lleida, Universidad de Barcelona y Jaume I de Castellón, vinculados al Cibersam del Instituto Carlos III, que acaba de publicar la revista Molecular Psychiatry del grupo Nature.
- También ha colaborado el Instituto Max Planck de Medicina Experimental de Alemania.
Los autores, entre los que se encuentra el profesor de la Facultad de Educación de la Universidad de Lleida Jorge Moya, afirman que la expresión de la agresividad en la edad adulta está relacionada con la exposición a múltiples factores de riesgo en la infancia o la adolescencia.
Además, y de manera importante, este riesgo sería independiente de la existencia de un trastorno mental previo en la persona. La investigación está basada en el análisis de más de 1.500 personas diagnosticadas de esquizofrenia, junto con una muestra de más de 550 personas que no padecen esta enfermedad.
En los primeros, la presencia de conducta violenta se ha establecido sobre la existencia de condenas por crímenes violentos (abuso sexual, homicidio involuntario, agresión o asesinato). En los segundos, se han utilizado indicadores relacionados con las conductas de agresión violenta como la presencia de aspectos antisociales psicopáticos, así como rasgos de personalidad relacionados con agresión o hostilidad.
- Según el estudio, la probabilidad de convertirse en un adulto violento y agresivo se incrementa de forma significativa en todos los grupos analizados que mostraban un factor de alto riesgo como mínimo.
- A medida que se añadían factores de riesgo, la probabilidad aumentaba de manera escalonada.
- En los individuos que presentaban tres o más factores de riesgo, el peligro de presentar actitudes agresivas y violentas en la edad adulta se multiplicaba hasta por 10.
Los investigadores también han identificado en un subgrupo seleccionado de 142 individuos que los caracterizados como de algo riesgo ambiental presentaban niveles más elevados de un mediador de procesos epigenéticos, el RNAm de la histona-deacetilasa1 (HDAC1).
- Este descubrimiento abre nuevos interrogantes sobre el posible efecto de la huella epigenética en el desarrollo de perfiles violentos en la edad adulta.
- Finalmente, subrayan la necesidad de impulsar medidas de tipo psicosocial que mejoren las políticas de prevención de la violencia en toda la sociedad.
Ante este reto, apuestan por desarrollar estrategias de intervención psicosocial desde edades primerizas que impliquen la participación y el compromiso de familias y de los agentes sociales.
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¿Qué piensa un maltratador?
2. La rigidez – El maltratador piensa y actúa como si fuera dueño de la verdad, Las razones de los demás le tienen sin cuidado. Tiende a imponer sus ideas sin importar el contexto en el que se encuentre. A la hora de establecer acuerdos, no cede un milímetro porque cree que sus puntos de vista deben ser aceptados.
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¿Cómo piensa un hombre maltratador?
PERFIL Y CARACTERÍSTICAS DE LOS HOMBRES MALTRATADORES – Dividiremos esta descripción en 4 bloques, dos presentaremos en este artículo y A. Características de los hombres maltratadores: Aspectos comportamentales: Deseabilidad social: el hombre se muestra socialmente adaptado, moralmente virtuoso y emocionalmente ajustado, por ello se habla de su doble fachada que hace referencia a que la persona que ejerce violencia tiene una doble imagen, socialmente se presenta como tranquilo, amable, preocupado por su familia y generalmente inhibe y oculta su malestar.
- Las personas con las que se relaciona tienen una imagen positiva de él (comprensivo, tolerante, razonable), pero paradójicamente dentro del entorno familiar muestra su cara violenta.
- Los agresores suelen decir: “Nunca me peleo con nadie, en mi trabajo me quieren, nunca discuto, Sólo mi mujer, que me provoca hasta el cansancio, logra de vez en cuando hacerme enojar” El hombre que agrede a su pareja se presentará ante el psicólogo, en el trabajo, etc., como una persona amable y preocupada por su familia y dando una imagen de ser él en realidad, la víctima.
Repetición de la violencia con otras parejas: este hombre ha maltratado a anteriores parejas y muy probablemente, lo hará en el futuro con las nuevas relaciones que establezca. Esta persona repite el mismo patrón de conducta. Abuso de sustancias: si bien el consumo de sustancias es un rasgo característico en este tipo de personas, no se debe asociar directamente como causa del maltrato, en todo caso el alcohol u otro tipo de drogas pueden ser un precipitante del acto de agresión.
Control de impulsos vs impulsividad: En realidad son personas que en un momento pierden relativamente el dominio, es decir son violentos cuando observan que la situación de control que ejercen contra sus parejas comienza a no funcionarles. ” Es que ella me seguía preguntando dónde había estado, yo le decía que parara, que me dejara en paz, pero ella seguía y seguía hasta que no pude más”., en estas situaciones se encuentran desbordados y alterados, pero no se descontrolaran totalmente, ellos saben que agreden y lo hacen para no perder la supremacía de la relación.
Además no son personas violentas en cualquier lugar ni con cualquier persona, sino que el maltrato es dirigido exclusivamente contra sus parejas y agreden en lugares precisos donde nadie puede observarlos. Por ejemplo, si alguno de estos hombres se molesta con su mujer en un ámbito público no va a agredirla allí mismo, -como lo haría una persona con escaso o nulo control de impulso que ante la más mínima frustración desencadena su ira-, sino que esperará hasta llegar a su casa y recién allí descargara la violencia.
Definiciones rígidas de los roles masculinos y femeninos: este rasgo es central para comprender el maltrato en la pareja. Los hombres que maltratan mantienen un pensamiento rígido sobre los roles que deben asumir el varón y la mujer. Son sexistas y discriminativos. Minimización y justificación: las personas que maltratan minimizan su conducta agresiva considerando que lo que ha pasado es algo ínfimo y sin importancia.
El hombre minimiza la gravedad del maltrato ocasionado “sólo la empujé levemente, para separarme de ella y tropezó y se cayó, por eso se hizo daño en el brazo”, También se minimizan la cantidad de hechos de violencia, ( “sólo pasó una o dos veces”, “Fue sólo esa vez, nosotros siempre nos llevamos bien”), Externalización de la culpa, no se responsabilizan: esta característica está asociada a los tres rasgos anteriores, la persona que ejerce violencia, no se responsabiliza de su conducta, sino más bien, culpa a la mujer, es ella la que provoca o agrede.
“Mi pareja es caprichosa, no es por hablar mal de ella, toma las decisiones por caprichoElla se exaltó, yo me exalté, tuve una pérdida de control igual que ella. Ella empezó a amenazarme: te voy a meter presoes como si me hubieran manipulado para que yo caiga y pise el palito, fui débil y me dejé llevar por mis impulsos.”.
La rumiación en el pensamiento: es un rasgo importante que está asociado a la inseguridad, los celos desmedidos y el aislamiento entre otros, porque la persona vive sus preocupaciones, desarrollando un monólogo interno en el que las dudas y los celos se tornan certezas en su fantasía. Rigidez cognitiva: pensamiento dicotómico todo o nada: el sujeto cree que su idea es la correcta, piensa que todo se debe hacer como él dice, porque es la única forma correcta. Le resulta difícil reconocer que puede estar equivocado. Como señala un hombre “A ella le molesta que le hable y le haga entrar en razón, porque yo casi siempre tengo razón, y le explico.a mi me gustaría que ella viese las cosas como yo, para su bien”.
“Es que ella no sabe hacer nada y encima se molesta cuando le digo lo que tiene que hacer, la debería dejar que se equivoque sola, pero bueno como la quiero, quiero enseñarle el camino correcto”. Rigidez cognitiva: pensamiento dicotómico de ganar o perder: establece los conflictos a nivel de una pelea en que se gana o se pierde y no como una negociación.
Los conflictos son vividos como una lucha donde hay vencedores y vencidos. : Maltratadores que ejercen violencia de género, cómo son y cómo actuan
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¿Cómo funciona el cerebro de las personas agresivas?
Volumen XXVII
- Bioquímica de la agresividad
- Melchor Castillo Reyes, Guadalupe Melo Santiesteban, Mara Elisa Salazar Calderón, Octavio Carvajal Zarrabal, Rubén Ruiz Ramos, Ana Laura Calderón Garcidueñas y
- Noé López Amador
- La agresividad como objeto de estudio de las ciencias médicas y sociales
Hablar de comportamiento agresivo o violento es referirse a la comisión de un acto intencional con el fin de ocasionar daño físico a otro individuo. Existe una estrecha relación entre los comportamientos agresivos y la exposición al estrés durante las etapas críticas de desarrollo neurológico, los cambios físicos y las enfermedades mentales, lo cual se basa principalmente en los procesos biológicos y sociales que influyen en el desarrollo psíquico de una persona.
Las causas de la conducta antisocial pueden explicarse desde diferentes enfoques; en este sentido, son de gran interés la biología y la genética molecular, donde dichas causas se exponen en relación con factores hereditarios, mutaciones genéticas, toxicidad por drogas, alteraciones en la producción de neurotransmisores y traumatismos que afectan al sistema nervioso.
Por otra parte, las ciencias sociales, a través de la criminología, analizan la etiología de este tipo de conductas mediante un enfoque multidisciplinar que evalúa la interacción de factores biopsicosociales donde se elaboran modelos de prevención y readaptación de los individuos con tendencias antisociales, aportando datos que permitan conocer las causas que los llevaron a cometer el acto delictivo y si estas causas pueden eximirlo de responsabilidad desde el punto de vista penal y dan pie a su reinserción en la sociedad.
El sistema límbico como regulador de la respuesta agresiva Se considera que la conducta agresiva es resultado de la interacción de diversos factores entre sí. Entre ellos destacan la relación entre impulsos agresivos y reactividad emocional a estímulos ambientales, agregando una deficiencia de los mecanismos inhibitorios de control, que como consecuencia manifiestan conductas violentas.
En este sentido, ciertas estructuras límbicas como las áreas ventromediales del hipotálamo, la corteza órbito-frontal y los lóbulos frontales y temporales se consideran como reguladoras de la conducta agresiva. Estas áreas también interactúan activamente con neurotransmisores tales como la serotonina, la noradrenalina y la dopamina, las cuales desempeñan un papel muy importante en el desarrollo de la conducta violenta.
La plasticidad cerebral en la conducta agresiva El hipocampo es una estructura localizada en el cerebro que forma parte del sistema límbico y que lleva a cabo distintas funciones: interviene en la regulación del sistema vegetativo, fija la memoria reciente, memoriza y presenta respuestas de defensa, ataque y furia, entre muchas otras.
En opinión de algunos expertos, el hipocampo genera memorias sobre ciertos episodios o la propia vida de la persona, en tanto que otros lo consideran parte de un sistema mayor de memoria que abarca tanto la memoria semántica y episódica como de acontecimientos.
Si bien es cierto que no se ha demostrado satisfactoriamente lo anterior, debido a que los estudios relacionados con la búsqueda de zonas específicas de almacenamiento de la memoria resultaron infructuosas, hasta el momento sólo se ha podido determinar un lugar biológico, lo que permite afirmar que la memoria se almacena en este sistema en la forma de cambios físicos o bioquímicos del cerebro llamados medios hipotéticos o engramas por no ser tangibles.
Por ejemplo, de acuerdo a esta hipótesis, durante el segundo año de vida o las experiencias negativas o vergonzosas a las que se expone un individuo requieren de la atención prioritaria de su cuidador, debido a que en esta edad las conexiones límbicas se encuentran en una etapa crítica de desarrollo, y la exposición al estrés trae como consecuencia una elevación del cortisol y las catecolaminas que afectan las conexiones nerviosas.
En este caso, la disminución de las mismas aumenta la producción de neurotransmisores como la dopamina y el glutamato, los cuales resultan dañinos para el desarrollo neuronal. Bajo este contexto, el ambiente en el que se desarrolle el individuo repercutirá en la formación de respuestas agresivas –como consecuencia de acontecimientos relevantes– almacenadas a largo plazo, fenómeno conocido como “etiquetado emocional”.
Alteraciones genéticas Desde 1983, Brunner realizó un estudio sobre el retraso mental y las conductas violentas en varones de varias generaciones de una familia holandesa. Los resultados demostraron que la conducta agresiva manifestada por los pacientes correspondía a alteraciones de la enzima monoamino-oxidasa A (MAO-A); dicha ineficiencia de la enzima era consecuencia de una mutación puntual.
Estudios postmortem de sujetos con antecedentes de conducta suicida, violenta y autoagresiva, revelan alteraciones de los receptores pre-sinápticos y post-sinápticos de la corteza prefrontal y ventromedial, asociadas a una falla en la expresión enzimática implicadas en la síntesis y el metabolismo de la serotonina, como consecuencia de alteraciones genéticas, que inclusive afectan también a las propias neuronas serotoninérgicas.
Todo lo anterior conlleva a la hiperactividad del sistema límbico y la alteración de los umbrales de excitación neuronal, consecuencia de mutaciones puntuales del gen MAO-A, lo que nos indica la existencia de marcadores genéticos que deben ser detectados con fines de prevención. La relación de los neurotransmisores con el comportamiento agresivo Básicamente, el comportamiento agresivo está relacionado con diversos sistemas de neurotransmisores. Entre ellos, el sistema dopaminérgico se encarga de modular las respuestas al medio ambiente y, por tanto, se relaciona profundamente con la agresividad.
Noradrenalina y agresividad La noradrenalina o norepinefrina, adquiere funciones de neurotransmisor al ser empleado para controlar el estado del sueño y la vigilia. Lo anterior explica claramente que las variaciones en los niveles de noradrenalina traen consigo ansiedad y alteraciones del comportamiento.
- Un ejemplo de esta consecuencia es el desarrollo de Trastorno de Déficit de Atención por Hiperactividad (TDAH) que afecta tanto a infantes como adolescentes.
- Serotonina y agresividad La serotonina es un neurotransmisor presente en la membrana de las neuronas serotoninérgicas centrales y se considera que está íntimamente relacionado con la agresividad, la impulsividad e intentos de suicidio.
Su papel en la impulsividad se cree es debido a lesiones en las vías serotoninérgicas que tiene como resultado incapacidad o disminución para reprimir este tipo de conductas. Por lo tanto, se cree que la agresividad está ligada a la dificultad de resistir los impulsos y respuestas precipitadas a estos estímulos, aunque no todos los individuos reaccionan con la misma intensidad. Ácidos grasos esenciales y monoamino-oxidasa (MAO) Estudios han dado a conocer que la reducción de la actividad enzimática de la MAO en la corteza prefrontal puede regularse a través de un adecuado suministro de ácidos grasos poliinsaturados en la dieta.
Según Tapia, “los ácidos grasos Omega-3 producen una elevación de 40% en los niveles de dopamina y una mayor unión de ésta a los receptores D2”. Esta relación implica asumir una serie de consecuencias nutricionales que se relacionan con la conducta antisocial, ya que de acuerdo a estos resultados, el déficit de estos nutrientes y el aporte elevado de grasas saturadas provocan mayor concentración de mediadores de inflamación en el SNC y alteraciones en el umbral de excitación neuronal.
Conclusión: la biología molecular en la criminología del siglo XXI Actualmente, los aspectos moleculares del comportamiento son de gran interés para el mundo científico. Conocer profundamente los mecanismos moleculares de la conducta permite alcanzar metas en el diagnóstico y la prevención de trastornos conductuales que repercuten en la criminalidad, como un factor de riesgo de gran impacto considerado desde el punto de vista de la epidemiología y la salud pública.
- Los marcadores genéticos con fines predictivos, la intervención terapéutica y conductual temprana, basada en aspectos nutricionales, farmacológicos y psicoterapéuticos revisten gran importancia en la ciencia criminológica del siglo XXI.
- El resultado de generar investigación en estas líneas será una mejor prevención y tratamiento de los infractores en una sociedad equilibrada con óptimos mecanismos para garantizar seguridad y justicia, basados en una ciencia clara y objetiva que permite equidad entre la población.
- Para el lector interesado:
- Aboitiz, F., Shröte, C. (2006). Genética y Conducta en el Síndrome de Déficit Atencional e Hiperactividad. Revista Chilena de Neuropsicología, 15-20.
- Ayuso, J.L. (1999). Biología de la conducta agresiva y su tratamiento. Universidad Complutense Alcalá. Madrid, España. Salud Mental. Número especial.
- Bogeart, G.H. (2007). Neuroanatomía del psiquismo y origen de la esquizofrenia (II). Ciencia y Sociedad. Enero/marzo, vol.32. núm.001.
- Castro, E., Chico Ponce de León, F., Gordillo Domínguez, L.F., Portugal Rivera, A. (2007). Neurotransmisores del sistema límbico. Hipocampo, GABA y Memoria. Primera parte. Salud Mental. Julio-agosto, 7-15.
- Gutiérrez García, A.G., Contreras, C.M. (2008). El suicidio y algunos de sus correlatos neurobiológicos. Primera parte. Salud Mental. Julio-agosto, 321-330.
- Huerta C, D., Polo, S., Martínez, R., Oré, R.L., Miranda, C. (2007). Polimorfismo Val108/158Met en el gen dopaminérgico catecolo-metil transferasa (COMT) en una población mixta peruana y su importancia para los estudios neuropsiquiátricos. Anales de la Facultad de Medicina.321-327.
- Jara, M. y Ferre, S. (2005). Genética de la violencia. Rev. Chil. Neuro-Psiquiatr., (43)3: 188-200, citado el 13 de junio de 2012.
- Marín, J.L., Fernández Guerrero, M.J. (2007). Tratamiento farmacológico de los trastornos de personalidad. Clínica y Salud. Sin mes, 259-328.
: Volumen XXVII
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¿Cómo saber si la relación ya no funciona?
Las señales se pueden identificar si sabemos cómo y dónde mirar, basándonos en la relación cotidiana y en los momentos de intimidad.1. Falta de confianza. Se caracteriza por la ausencia de momentos y secretos que se comparten.
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¿Cómo piensa un violento?
¿Qué hay en el cerebro y la mente de los violentos? En Modesto (California), el 12 de diciembre de 2002, Cary Stayner, de 41 años, fue sentenciado a muerte por inyección letal. Tres años antes había matado a Carole Sund, de 42 años, su hija Juli, de 15, y una amiga argentina, Silvina Peloso, de 16, durante un viaje turístico de esas tres mujeres al parque Nacional de Yosemite.
No fueron sus únicas víctimas, pues anteriormente en el mismo entorno había asesinado y decapitado a Joie Ruth Armtrong, una naturalista de 37 años. En el sumario había datos sobre otros de sus posibles asesinatos, pero no pudieron confirmarse. Los alegatos de la defensa, apelando a una supuesta enfermedad mental del acusado, fueron desestimados.
Los familiares de las víctimas y los miembros del jurado lloraron cuando se dio a conocer la sentencia. Hasta el propio juez, Thomas Hastings, estaba emocionado. Cuando el asesino aún no había sido descubierto, yo estaba de vacaciones en San Francisco, con mi esposa y mis dos hijos.
- Desde España, habíamos reservado una cabaña para pasar una semana en la zona del Parque Nacional de Yosemite donde después supimos que se estaban cometiendo los asesinatos.
- Cada día, los titulares del San Francisco Cronicle, informando sobre los mismos, nos ponían los pelos de punta.
- Cuando estábamos a punto de desistir de esa estancia, el asesino fue por fin capturado.
Era un hombre de 38 años que trabajaba en uno de los moteles de entrada al Parque. Su conducta ordinaria era intachable: sus compañeros y los clientes se resistían a creer que habían convivido con un asesino en serie, con un psicópata. Pero las investigaciones del FBI, los antecedentes y las confesiones del propio Stayner no dejaban lugar a dudas.
Desde los 7 años vivía obsesionado por la violencia y la idea de matar mujeres. La historia, desgraciadamente, se repite, pues casi a diario nos desayunamos con la noticia del cruel asesinato de alguna mujer por parte de su pareja masculina o con otras muertes o agresiones violentas perpetradas por razones económicas, de rivalidad, mafiosas o incluso ideológicas.
¿Qué nos pasa? ¿Por qué nos volvemos violentos? ¿Llevamos la violencia en los genes y en nuestra herencia biológica o aprendemos a ser violentos? Los estudios y hallazgos científicos pueden ayudarnos a responder a algunas de estas preguntas. El comportamiento violento puede resultar de una mente distorsionada, irracional, que siente y ve las cosas de manera diferente a las demás personas.
- Aunque no siempre muestran su personalidad antisocial, los psicópatas son individuos sin empatía, incapaces de sentir culpabilidad o remordimiento por haber cometido sus crímenes.
- Suelen ser asertivos, hábiles y egocéntricos, despreocupados por las consecuencias negativas de sus actos.
- Tienen dificultad para controlar sus impulsos y tomar decisiones racionales.
En situaciones emocionales intensas son individuos que no muestran las respuestas típicas de las personas normales, como ponérsele la piel de gallina con sólo imaginar una tragedia ajena, o incluso propia. Algunos criminales violentos pueden tener también creencias erróneas, diferentes a las de las personas normales, sobre la propia violencia y sus efectos.
- Las personas normales pueden experimentar también todos o parte de esos trastornos de manera transitoria y en menor grado, o tener sentimientos, impulsos y reacciones emocionales desmesuradas e incontrolables, producidas por celos, envidias, rivalidades u odios, puntuales o endémicos.
- Sería el caso de los asesinos pasionales, o de muchos adolescentes y adultos violentos.
Las amenazas, las agresiones verbales y la violencia física de menor entidad (insultos, insinuaciones comprometedoras, acusaciones infundadas, ironía hiriente, o medias bofetadas) en las trifulcas cotidianas entre personas normales en ambientes familiares, escolares, laborales, deportivos y sociales en general, también pueden ser resultado de estados mentales irracionales transitorios.
- Pero, ¿por qué se altera la mente? La mente se altera porque se altera el cerebro.
- Tumores, lesiones cerebrales, déficit o cambios permanentes o pasajeros en la química del cerebro pueden estar en el origen de los trastornos.
- Adrian Raine, especialista norteamericano en investigación de la psicopatía, ha observado que algunos individuos que han cometido crímenes violentos tienen más pequeña y menos activa la corteza prefrontal, que es la parte del cerebro implicada en el razonamiento y el control emocional.
Los individuos con esas alteraciones pueden perder la capacidad de frenar sus impulsos agresivos y también la de imaginar las consecuencias de comportarse violentamente. Pero aunque el cerebro tenga un aspecto normal, pueden fallar las sustancias químicas de las que depende su funcionamiento.
- Entre las muchas implicadas en la agresividad y la violencia, destaca la serotonina, una sustancia que estabiliza las funciones nerviosas modificando la sensibilidad del organismo tanto a los riesgos como a las ventajas ambientales cuando las circunstancias lo requieren.
- Las personas muy impulsivas y agresivas suelen tener menos serotonina en su cerebro que las que son pacíficas y normales.
El comportamiento violento se puede reducir administrando drogas como el Prozac, que mejoran el funcionamiento de la serotonina cerebral. De ello se deduce que la conducta violenta podría estar al menos en parte causada por bajas concentraciones de serotonina o déficit en su eficacia funcional en el cerebro.
- Ese tipo de anomalías cerebrales pueden tener un componente heredado, pues en las personas vemos muchas diferencias en temperamento agresivo que se manifiestan ya en edades muy tempranas.
- En estudios con gemelos, se ha observado que si un individuo es impulsivo e insensible la probabilidad de que su hermano gemelo también lo sea es mayor que si no fuesen gemelos y tuviesen una herencia genética diferente.
Y aunque una mala educación o los ambientes marginales y depauperados influyen también decisivamente en la violencia, no todos los individuos que se crían y educan en esas condiciones acaban siendo violentos. En realidad sólo lo son una minoría. Y tampoco es cierto que no haya individuos violentos entre los educados en ambientes más prósperos y refinados.
- Aquí como en otros ámbitos de estudio del comportamiento humano lo sensato es asumir la doble e interactiva influencia de los factores biológicos y ambientales.
- El ambiente es como el terreno y el abono en el que va a cultivarse una semilla de determinada naturaleza y el resultado va a depender siempre de la interacción entre ambas cosas, terreno y semilla.
Es innegable, por ejemplo, que la reiterada exposición a películas o juegos de vídeo de contenido violento aumenta la conducta agresiva, especialmente en los más jóvenes y los adolescentes. Especialmente preocupante es un estudio de la Universidad norteamericana de Yale que muestra que los adolescentes expuestos a juegos de vídeo violentos pueden aprender a percibirse a sí mismos como personas violentas.
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¿Cómo es un maltratador silencioso?
Los Maltratadores Silenciosos Fotografía de Hailey Kean en Unsplash Hoy escribiré sobre una realidad tan sutil como común. Una realidad que muchas veces pasa en silencio delante de los afanes del día a día, pero que está ahí, perturbándonos, a unos más que a otros, a unos en su propia piel a otros en la piel de allegados.
Y por eso, para mí, es una obligación moral visibilizarla. Esta realidad es el maltrato psicológico. Las secuelas que deja este tipo de maltrato son, usualmente, más complejas y duraderas que las del maltrato físico : usualmente llevan a episodios de ansiedad y depresión, pueden llegar a deteriorar la autoestima, ocasionar trastorno de estrés postraumático y aún peor, se quebranta lo más esencial que puede tener un ser humano: su dignidad.
En el maltrato psicológico, en el “mejor” de los casos, los únicos que son conscientes de ello son los directamente involucrados. Sin embargo, en la mayoría de los casos, ellos, y particularmente la víctima, no dimensiona la realidad que la envuelve, sino hasta mucho tiempo después de finalizada la relación o cuando se encuentra tan sumergida en la relación que las consecuencias son prácticamente irreversibles,
- Usualmente la víctima sólo logra desvelar la verdad con ayuda de especialistas, pues para el entorno cercano tal situación tiende a resultar insospechada.
- Es un hecho que este es predominantemente ejercido por hombres hacia mujeres, que incautas, paulatinamente se sumergen en este tipo de vínculos destructivos.
Nadie está exento de relacionarse con un maltratador, pues se esfuerzan en integrarse socialmente y mostrarse como personas nobles y agradables. Fotografía de Quinn Buffing en Unsplash Sin embargo, en los maltratadores psicológicos tienden a prevalecer ciertos rasgos. A continuación, algunos de ellos. Son encantandores : Se presentan ante la sociedad como hombres tranquilos, amables, solidarios con sus amigos, razonables, e incluso pueden llegar a ser muy carismáticos.
- Ciertamente, se integran relativamente bien y sólo muestran su verdadera cara con aquellas personas con quien cuenta con un fuerte vínculo.
- No saben hacerse autocríticas ni recibirlas : Para ellos es muy difícil identificar aquellos aspectos de su personalidad a mejorar o que hayan podido mejorar con el paso del tiempo.
Además, se sienten ofendidos y atacados fácilmente por cualquier comentario, pues se lo toman personal adoptando así el papel de víctimas. En este sentido, les encanta hacerse las víctimas : Paradójicamente, pese a que lo que hacen es daño a las demás personas, utilizan su papel de víctima para justificar sus acciones y para hacer sentir culpable a la verdadera víctima y minar su autoestima.
Otras veces apelan a sus conflictos emocionales, existenciales y a su sufrimiento en el pasado para generar compasión en la victima y hacerla permanecer a su lado. Suelen ridiculizar o hablar mal de su pareja: no escatimarán en visibilizar los defectos o errores de la víctima delante de allegados. Por otro lado, son personas que no saben manejar sus emocionales : primeramente no saben identificarla ni en ellos mismos, ni en los demás.
Son analfabetas emocionales. Pasan a través de distintos estados emocionales rápidamente, generando gran ansiedad en su entorno. Es así como cambian de humor rápidamente: si la victima llega a cuestionarse este comportamiento, simplemente dirán que son así y tienen que aceptarlos, aun cuando estos cambios generen actitudes agresivas o amenazantes.
- Adicionalmente, los maltratadores emocionales son controladores : inquisidores en exceso.
- Todo lo preguntan, hasta el más mínimo detalle.
- No permiten que se les escape nada para no perder el control de la situación.
- Permanentemente quieren saber dónde se encuentra su pareja, con quienes se relaciona, qué hace, etc.
Incluso, indagan incesantemente sobre el pasado de su víctima para luego utilizar toda la información recolectada en su contra y denigrarla. Pero de todos los rasgos, el más común entre los maltratadores psicológicos es su falta de empatía: presentan una desconexión con sus emociones.
No pueden ponerse en el lugar del otro, y en particular de su víctima, no reconocen las necesidades de su pareja y sólo piensan en el beneficio propio. Pasan por encima de los derechos de su víctima y no sienten culpa alguna. Ahora bien, la conducta de los maltratadores estriba en el hecho que son personas con una muy baja autoestima que pretenden aumentar a medida que destruyen psicológicamente a la otra persona.
Esta falta de amor propio y pobre autoconcepto puede remotarse a su propia infancia. Son niños que en múltiples ocasiones han sido de una u otra manera maltratados: con violencia, con el abandono, con una deficitaria vida afectiva. Pese a que proyectan seguridad en el entorno social, en su interior son seres muy inseguros de sí mismos.
Es muy importante que como mujeres aprendamos a identificarlos, pues las consecuencias que puede dejarnos el relacionarnos con este tipo de hombres son devastadoras. Son seres que se mimetizan tan bien, que cualquiera de nosotras puede llegar a cruzarse con uno de ellos, y sin darse cuenta, acabar sumergida en una situación de dolor que ninguna se merece.
: Los Maltratadores Silenciosos
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¿Cuándo se enamora del maltratador?
Síndrome de Estocolmo: ¿Por qué hay personas que llegan a enamorarse de su secuestrador? ¿Alguna vez has oído a hablar del síndrome de Estocolmo? ¿Por qué hay personas que sienten afecto de sus maltratadores? Descubre en qué consiste uno de estos síndromes psicológicos.
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¿Cuándo se enamora de su maltratador?
Saltar al contenido El síndrome de Estocolmo: Relaciones de pareja tóxicas El Síndrome de Estocolmo hace referencia a cuando una víctima genera un lazo emocional con su agresor, identificándose con él, incluso sintiéndose responsable o culpable de las agresiones recibidas. Es un síndrome asociado a situaciones de secuestro, pero en realidad abarca un campo mucho más amplio y es más común de lo que podríamos pensar.
Y pude darse en cualquier tipo de relación (en una pareja, en el trabajo, con los hijos, etc.) en la que una persona permite que otra adopte un lugar de poder, control o autoridad sobre ella, Una de las características fundamentales es la empatía que la víctima siente hacia su agresor, pudiendo incluso llegar a sentir gratitud hacia él.
¿Qué es el Síndrome de Estocolmo? El síndrome de Estocolmo es un estado psicólogico inconsciente en el cual una persona que padece algún tipo de situación de violencia, ya sea física o mental, llega a desarrollar sentimientos positivos de afecto hacia la persona que ejerce violencia física o mental hacia ella, pudiendo llegar incluso a establecer relaciones sentimentales de complicidad con el agresor.
- Es importante destacar que es un estado psicológico inconsciente, involuntario, irracional y por ello difícil o imposible de comprender para las personas del entorno de la persona que lo padece, que no entienden cómo la persona sigue con la relación.
- A menudo, la relación sentimental o amorosa empieza antes de que el abusador muestre su agresividad.
Y poco a poco se va convirtiendo en una relación tóxica en la cual la persona que recibe la hostilidad, queda atrapada, pues a pesar de que existan muchos abusos, prevalece el sentimiento afectivo que convierte la situación en un círculo vicioso difícil de romper.
- El síndrome de Estocolmo es mucho más común de lo que se pueda suponer,
- La gravedad del caso en parte depende de la intensidad del abuso.
- También se pueden encontrar diferencias culturales en cuanto a la tolerancia o normalización de determinadas conductas abusivas por parte de uno de los dos miembros de la pareja.
Y hay que tener en cuenta que la violencia psicológica, indirecta o sutil es menos evidente, pero no pero no por ello menos peligrosa. ¿Cómo saber si una persona sufre este síndrome? Muchas personas pueden sufrir abusos o maltratos por parte de una o más personas de su entorno o incluso en su relación de pareja, pero no podemos decir que todas ellas sufran el síndrome de Estocolmo por el hecho de mantener esta relación tóxica.
- La característica fundamental del síndrome, es que la víctima desarrolla sentimientos positivos hacia su agresor, permitiendo el abuso, incluso justificándolo o mostrándose cómplice.
- El abusador puede ser una persona carismática que despierta la admiración de su víctima, y suele ser una persona muy persuasiva, que llega a invalidar y convencer a su víctima de que todo lo que hace es por ella, porque la quieren mucho, por su bien o para protegerla.
Es frecuente que esta r elación tan intensa genere una dependencia tan grande, que incluso tras terminar con la relación abusiva y controladora a la que la víctima ha sido sometida, ésta siga “amando” a su opreso r. Incluso si llega a darse cuenta del abuso que tuvo que soportar, no logra romper el vínculo y sigue intentando justificar y entender a su agresor.
Cómo saber si sufres el síndrome de Estocolmo:
– tienes sentimientos positivos, como amor, apoyo, o necesidad de defender a la persona que te hace daño. – crees que aquellos que le critican están equivocados. – justificas las conductas de tu abusador, le defiendes o empatizas con él por su pasado traumático.
- La relación es desigual y se basa en amenazas.
- Sientes que corres peligro, que existe riesgo de daños o pérdidas.
- Sientes que necesitas a tu abusador y que no puedes vivir sin él.
- Te culpas a ti del maltrato.
- Tienes sensación de falta de control, de no poder cortar la relación aunque quisieras.
– aislamiento. – t e sientes anulado, perdido o desorientado, Olvidas secuencias de tiempo, dudas de si lo que has vivido es real. – t endencia a recordar las cosas de forma selectiva: minimizando las agresiones y valorando las cosas que te hacen sentir bien.
¿Por qué ocurre? En este tipo de relación, normalmente, los abusos o las agresiones no empiezan de repente, sino que son precedidos por una serie de mecanismos de control por parte del abusador, de manipulación, aislamiento sistemático, represalias que van apareciendo poco a poco, a veces de forma sutil, provocando en la persona dudas, desorientación, inseguridad, que la llevan a sentir que el otro tiene el control y uno mismo ya no es capaz de controlar nada, sintiéndose incapaz de tomar ninguna decisión.
En la base de este tipo de relación patológica está el miedo y la dependencia. El vínculo emocional que se crea con el maltratador en realidad es una estrategia de supervivencia. Al mostrarse complaciente, tranquila, colaboradora y manifestando aprecio hacia el agresor, la víctima siente, de forma inconsciente, que tiene una posibilidad de evitar un problema.
Existen unas condiciones básicas para que se desarrolle este síndrome:
a- Percepción de amenaza física o psicológica : a través de métodos directos, indirectos o simplemente siendo testigo de una situación violenta. b- Gestos amables de parte del abusador (que a menudo son estrategias conscientes o inconscientes para manipular a la víctima): regalos, muestras de afecto, contención de una acción violenta que la víctima interpreta como una mejora.
Detalles que hacen que la persona crea que su pareja va a acabar cambiando, que puede corregir su comportamiento y que en el fondo la quiere, La víctima tiene tendencia a ver la parte buena de la relación, el lado afectuoso, el deseo, la importancia que le concede su agresor queriéndola mantener a su lado a toda costa.
Y esto genera una enorme dependencia emocional. c- Compasión y empatía : el abusador puede compartir información acerca de su pasado, por ejemplo que fue maltratado, abusado, descuidado, abandonado, etc, y la víctima acaba sintiendo compasión y justificando sus acciones.
- Pero el hecho de mostrar compasión no suele producir ningún cambio en sus conductas agresivas y lo que acaba ocurriendo es que esta empatía alarga el periodo de tiempo que la víctima será abusada.
- D- Aislamiento de la víctima: que poco a poco basa su decisiones en el miedo a una potencial reacción agresiva del abusador.
Si el contacto que mantiene la víctima con sus familiares o amigos, es fuente de problemas, acabaran evitando estas relaciones e incluso pueden llegar a mostrarse hostiles con ellos. e- Falta de autoestima, inseguridad, dependencia: Incapacidad para escapar o dejar la relación: debido a la necesidad de ser amados, o por dependencia económica, por evitar situaciones legalmente complicadas, por amenazas (como quitarle a los hijos, exponer públicamente problemas de la víctima, amenazas de suicidio) o por el hecho de que la autoestima de la víctima está tan afectada que ha perdido la confianza en sí misma, y posiblemente se sienta totalmente débil, agobiada, incapaz y sin energía, debido al desgaste que provocan las relaciones tóxicas.
- En definitiva, se podría decir que en este tipo de relaciones, existe una preocupación constante por posibles problemas que pueden surgir en cualquier momento y por cualquier motivo, que la persona emplea casi toda su energía en sobrevivir el día a día, evitando los conflictos.
- ¿Cómo lo podemos prevenir?.
Recomendaciones. Para prevenirlo lo más importante es ser conscientes del problema y para ello debemos prestar atención a una serie de situaciones que pueden desencadenar el problema, para poderlas identificarlas desde el principio, ya que el tiempo es un factor clave en el mantenimiento del problema.
- Cuanto más tiempo haya estado la víctima expuesta a situaciones de abuso, más difícil le será distanciarse del maltratador y recomponer su vida.
- Las situaciones que hay que vigilar, son: – las amenazas (directas o indirectas) en forma de opiniones, comentarios hacia otros, decir que te va a dejar, etc.
O muestras de poder, con gestos violentos como golpear una pared. – uso de la amabilidad, el cariño, el afecto para contrarrestar los efectos negativos de las amenazas, Generando una relación de amor/ odio, muchas veces de intensidad similar: a más agresividad, más pasión, reforzando un vínculo intenso, estableciendo una complicidad y reforzando el mantenimiento de una relación tóxica.
El abusador se muestra vulnerable, se sincera, manipulando la pareja, para que se sienta especial al ser su confidente y provocando compasión y empatía. – la persona controladora intenta cambiarte, aislarte de tu entorno y convertirte en una persona mejor (según su punto de vista). Y se muestra posesiva con la víctima, lo que puede generar en ésta una sensación de ser importante y necesaria.
– sensación de estar atrapado/a, hacer varios intentos de dejar la relación pero acabar volviendo a pesar del sufrimiento, lo que genera ciclos de esperanza y desesperanza, que a la larga suelen acabar en una desesperanza, sufrimiento y preocupación constantes.
Y una sensación de inseguridad, incapacidad y falta de controla Las relaciones abusivas producen una gran cantidad de inversión (emocional, social, familiar, económica, de estilo de vida, etc) y cuanto mayor es esta inversión, mayor es la sensación de pérdida si se acaba la relación, por lo que a más tiempo y recursos invertidos, mayor es la probabilidad de querer mantener lo que tenemos a pesar del sufrimiento.
Ayuda externa: ¿cómo puedo ayudar a alguien que lo padece? La solución a este problema requiere la ayuda de un grupo humano de apoyo ya que una de las características del síndrome es la negación del problema por parte de la persona afectada. La consulta a un especialista es una de las primeras acciones que se deberían tener en cuenta, tanto por parte de la persona afectada como por su entorno familiar social en el caso de que la persona se resista a reconocer el problema.
Probablemente la relación de pareja empezó de una forma normal y se va convirtiendo en una relación abusiva poco a poco. Llega un momento en el que la víctima sólo intenta sobrevivir. Su autoestima está gravemente afectada y siente que se vendrá abajo si la relación termina. Seguramente ve a sus familiares y amigos como una amenaza para la relación y en consecuencia son una amenaza para su existencia.
Este situación se vuelve emocionalmente muy dolorosa y difícil para el entorno de la víctima, ya que no pueden entender que ésta siga enamorada o enganchada a la persona que la maltrata. Probablemente la víctima ha tenido que elegir entre la relación de pareja o la familia.
- Es muy difícil que se dejen ayudar y es poco lo que se puede hacer por ellas, si ellas no llegan a tomar conciencia de la situación y deciden detener el abuso.
- Es difícil determinar el resultado de la relación con un abusador.
- Si la relación está en la fase inicial, la persona abusada puede terminar la relación por ella misma,
Si la relación se ha alargado un año o más, es más probable que necesite ayuda y un plan de salida para terminar la relación. El matrimonio y los hijos dificultan la salida de la situación.
Consejos para familiares/ amigos cercanos a la víctima:
– Intenta mantener la calma : posiblemente la víctima reacciona con rabia y resentimiento hacia sus seres queridos, ya que cualquier contacto con otras personas puede generar un ataque verbal o emocional por parte del maltratador. La conducta de la víctima es totalmente irracional y no tiene ninguna lógica, y todo ello puede hacer que perdamos la paciencia o nos enfademos con ella.
Es muy importante tener paciencia, mantener la calma y demostrar de forma constante que puede contar con nosotros cuando nos necesite. – Muestra comprensión : no discutas ni insistas en querer que la víctima entre en razón, porqué en esta situación la víctima probablemente es incapaz de razonar y cuanto más la presiones más la alejarás de ti.
Muestra comprensión, no la juzgues. Simplemente muestra que estas a su lado. – Mantén el contacto afectivo : el afecto sano es indispensable para poder superar el síndrome de Estocolmo. Las personas que sufren este problema tienden a encerrarse en sí mismas y a asilarse.
Las muestras de cariño, siempre y cuando sean aceptadas y no generen tensión en la persona abusada, pueden resultar muy reconfortantes. – Intenta mantener contactos tradicionales con tu ser querido (por ejemplo celebraciones de cumpleaños, comidas de navidad, etc): estos encuentros no resultan tan amenazantes para el abusador, y la probabilidad de represalias hacia la víctima es menor.
También resulta más tolerable para el maltratador las citas o llamadas predecibles y acordadas, por ejemplo pactar una llamada el domingo por la tarde, o quedar los miércoles para ir de compras. Es mejor establecer citas cuando la víctima está fuera de casa y sin el abusador (siempre que esto sea posible).
- Y hay que tener mucho cuidado con los mensajes que enviamos a nuestro familiar o las llamadas que le hacemos, pues el maltratador puede leerlos o escucharlos.
- El objetivo de nuestras citas, llamadas o mensajes, es recordar (de forma indirecta) a la víctima, que estamos ahí.
- En el Centro de Psicología Canvis, de Barcelona, nuestro equipo de profesionales te puede proporcionar apoyo si sientes que estás atrapado/a en una relación de pareja que te hace sufrir y a pesar de ello, no consigues salir de la situación.
Mediante terapia psicológica te ayudaremos de forma segura, según tus necesidades y siguiendo tu ritmo, a que tomes conciencia de la situación, sanes tu autoestima, trabajes los sentimientos de culpa, y puedas retomar el control de tu vida para que tus decisiones sean seguras y vayan orientadas a mejorar tu vida y tu bienestar. Psicóloga Emma de las Heras Mayor Licenciada en Psicologia por la Universidad de Barcelona Formada en Terapia Gestalt (Institut Gestalt) Máster en Psicología General Sanitaria (Universidad Internacional de la Rioja) Psicóloga Emma de las Heras Mayor Licenciada en Psicologia por la Universidad de Barcelona Formada en Terapia Gestalt (Institut Gestalt) Máster en Psicología General Sanitaria (Universidad Internacional de la Rioja)
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